Un enemigo a medida: los celtas y Roma
Elena Torregaray Pagola
(Antzinako Historiako irakaslea da Euskal Herriko Unibertsitateko Ikasketa Klasikoen departamentuan)
INTRODUCCI脫N
En el a帽o 69 a.C. se celebr贸 un juicio en Roma en contra del antiguo gobernador de la Galia Transalpina, el sur de lo que conocemos como las Galias (la actual Francia), que se hab铆a convertido en provincia romana unos a帽os antes, en el 121 a.C. Los galos transalpinos hab铆an enviado una delegaci贸n a Roma acusando a Marco Fonteyo, que as铆 se llamaba el protagonista, de corrupci贸n, crueldad y desv铆o de fondos p煤blicos (para la construcci贸n de una carretera).
El m谩s famoso orador de su tiempo, Cicer贸n, fue el abogado de Fonteyo y entre los argumentos ret贸ricos para conseguir la absoluci贸n de su cliente recurri贸 a un cl谩sico del estereotipo negativo sobre los galos, sobre los celtas, como era recordar su medi谩tico asalto al santuario de Delfos en el 280 a.C. A esa ominosa acci贸n, cuya fama recorri贸 el mundo antiguo por la barbarie e impiedad que demostr贸 se uni贸 la menci贸n al no menos famoso saqueo de la ciudad de Roma a principios del siglo IV a.C. Para terminar, el abogado remat贸 acusando a los celtas de practicar sacrificios humanos, un crimen extraordinario para la 鈥渃ivilizada鈥 audiencia romana.
鈥淧or 煤ltimo, 驴hay algo que parezca sagrado y digno de veneraci贸n en estos hombres que, incluso cuando alg煤n motivo de temor les lleva a pensar que deben apaciguar a los dioses, profanan sus altares y sus templos con el sacrificio de v铆ctimas humanas, de modo que ni siquiera pueden practicar un culto si antes no lo han manchado con la mancha de un crimen? 驴Qui茅n ignora, en efecto, que estos hombres han conservado, incluso hoy, la pr谩ctica monstruosa y b谩rbara de inmolar seres humanos?鈥 (Cicer贸n, En defensa de Fonteyo 31)
La andanada lanzada por Cicer贸n ten铆a el prop贸sito de conmover e impresionar a quienes juzgaban a Fonteyo apelando a la peligrosidad y fiereza de los antiguos enemigos de Roma, contra quienes cualquier recurso de defensa deb铆a ser considerado como aceptable. Sin embargo, es probable que algunos miembros de la comunidad all铆 vilipendiada estuvieran presentes y que componentes de las delegaciones galas asistieran al juicio contra Fonteyo. En contra del argumento de barbarie esgrimido por el abogado romano, su presencia all铆 denotaba un remarcable grado de integraci贸n en la maquinaria administrativa romana ya que estaban siguiendo los procedimientos jur铆dicos establecidos ante una acusaci贸n de corrupci贸n. Enviar una embajada a Roma para quejarse de la mala praxis de un gobernador era relativamente habitual por parte de los reci茅n incorporados al imperio romano. Nada que ver con los viejos tiempos en los que las ofensas de este tipo se consideraban como un casus belli que hubiera desencadenado un violento conflicto entre celtas y romanos.
La imagen que transmite Cicer贸n en el siglo I a.C. era, en realidad, un estereotipo que hab铆a empezado a construirse bastante tiempo atr谩s. Para los griegos de 茅poca cl谩sica, los celtas eran inicialmente b谩rbaros poco interesantes. Sin embargo, m谩s tarde, las guerras que los enfrentaron a los gobernantes helen铆sticos y a Roma los convirtieron en peligrosos enemigos. Esta imagen negativa convino tan perfectamente a los intereses romanos que se mantuvo y ha perdurado hasta nuestros d铆as. Su factura tuvo un punto de inflexi贸n fundamental como fue el saqueo de Roma efectuado por los galos del norte de Italia en torno al 390 a.C. El trauma nacional que tal acci贸n caus贸 en el imaginario colectivo romano provoc贸 que, a partir de un hecho hist贸rico muy estresante para la sociedad de la 茅poca, se fabricara la imagen de un enemigo que encarnaba todos los estereotipos de la barbarie. De este modo, centrado en la humillaci贸n sufrida por la invasi贸n de la Ciudad y la vulnerabilidad demostrada por el ej茅rcito romano, se elabor贸 un arquetipo del celta, del galo sanguinario, destructor y 谩vido de oro y riquezas, completamente opuesto a la austeridad, la dignidad, el respeto a los dioses y el sentido del deber de los romanos. Los celtas pasaron a representar el peligro inminente y a evocar el temor, siempre presente, a la aniquilaci贸n de la Ciudad. Los romanos construyeron su identidad nacional de esta forma, creci茅ndose ante enemigos que los relatos hist贸ricos hac铆an cada vez m谩s poderosos. Griegos, celtas, galos, cartagineses, todos ellos contribuyeron a forjar una determinada autoconciencia de Roma que representaba el orden superior frente al caos de quienes se les enfrentaban.
Como ya se ha dicho, en concreto, la imagen de los celtas que habitaban las Galias, los galos, se forj贸 en torno a este estereotipo de la barbarie y en el siglo IV a.C. la amenaza directa que representaron para la existencia de Roma los convirti贸 en un enemigo dise帽ado a medida de las necesidades de la construcci贸n de la conciencia nacional romana. La invasi贸n del 390 a.C. fue, por lo tanto, el punto de inflexi贸n de esta construcci贸n hist贸rica y para comprenderla es necesario examinar qu茅 es lo que sucedi贸 realmente en ese momento de la historia romana y cu谩les fueron sus consecuencias para el imaginario colectivo del naciente imperio romano.
Casi desde los comienzos de su creaci贸n como comunidad c铆vica en el siglo VIII a.C., Roma manifest贸 una clara voluntad expansionista. Algunos de los episodios m谩s famosos de la 茅poca fundacional, como el rapto de las Sabinas, muestran una pol铆tica agresiva que cuando no obten铆a resultados por medio de la pr谩ctica diplom谩tica, pasaba inmediatamente a la guerra y la violencia. Los resultados de esa pol铆tica tuvieron como consecuencia un claro avance territorial que no limitaba el espacio de los romanos a su ciudad en el Lacio, sino que, claramente, concern铆a a las comunidades vecinas. Las mujeres abducidas por los romanos proven铆an de diferentes comunidades latinas y eran, entre otras, sabinas, crustuminas, antenomates, etc. La soluci贸n al conflicto regional creado por los romanos pas贸 por una derrota militar o por un acuerdo diplom谩tico en condiciones muy favorables a Roma. Al menos, esto es lo que cuentan los autores grecolatinos que narraron estos hechos.
Lo cierto es que para el siglo VI a.C., Roma hab铆a ampliado su territorio de forma considerable e inevitablemente era vista como una amenaza por pueblos con estructuras pol铆ticas y militares potentes que ejerc铆an un control sobre territorios relativamente amplios de la pen铆nsula it谩lica. Esto suceder谩 con los etruscos y, por supuesto, con los pueblos de los que tratamos en este caso, es decir, los pueblos celtas que se situaban en su mayor铆a en la zona norte de la pen铆nsula it谩lica. Tras a帽os de escarceos y enfrentamientos m谩s o menos abiertos en el norte de Italia, el gran choque se va a producir a comienzos del siglo IV a.C. cuando los intereses territoriales de romanos y celtas entrar谩n claramente en conflicto.
La tensi贸n acumulada durante decenios cristalizar谩 en un choque directo que tuvo como consecuencia final el saqueo de Roma en el a帽o 390 a.C. seg煤n la cronolog铆a de Varr贸n, o en el 387 a.C. seg煤n la periodizaci贸n griega. Teniendo en cuenta los estudios actuales, se considera que el asalto fue el resultado de la victoria de los galos senones dirigidos por su l铆der Breno sobre las tropas romanas en la batalla del Alia, un 茅xito militar que les permiti贸 apoderarse de la ciudad y exigir un cuantioso rescate a los derrotados romanos. Para los romanos, 茅ste fue uno de los episodios m谩s traum谩ticos de su historia. Analistas e historiadores antiguos como Polibio, Tito Livio, Diodoro S铆culo y Plutarco, que escribieron casi cuatro siglos despu茅s, dieron testimonio de la profundidad de esta impresi贸n.
Sin embargo, los relatos de la batalla del Alia y el saqueo de Roma se escribieron siglos despu茅s de los hechos, y su fiabilidad es discutida por los historiadores modernos, que han demostrado que algunas partes de la narraci贸n est谩n basadas en relatos m谩s o menos legendarios, mientras que otras son transcripciones bastante directas de diferentes narraciones de la historia griega. El hecho de que la transmisi贸n de estos acontecimientos hist贸ricos fuera particularmente tard铆a, explicar铆a, en parte, las discrepancias de autores como Tito Livio o Diodoro S铆culo en cuanto a las circunstancias en las que se produjo el saqueo de la ciudad. Para entender lo sucedido, lo mejor es tratar de comprender en qu茅 circunstancias hist贸ricas se produjo.
El saqueo de Roma suele ser interpretado como una consecuencia directa de las invasiones galas del norte de Italia, que en aquella 茅poca era una zona de enfrentamientos constantes entre las comunidades del norte de la pen铆nsula it谩lica, entre ellas, etruscos y galos y v茅netos. La historiograf铆a actual tiende a buscar un contexto m谩s amplio para todos estos conflictos y suele ponerlos en relaci贸n tambi茅n con la inestabilidad pol铆tica y militar existente en esta 茅poca en el sur, en concreto, en la Magna Grecia y en Sicilia. Parece ser que los intereses de los tiranos siracusanos pudieron influir en las intervenciones de los galos contra los etruscos. Su objetivo habr铆a sido la desestabilizaci贸n de comunidades que, potencialmente, amenazaban los intereses econ贸micos del sur de Italia.
En ese complicado contexto, las tropas senonas lideradas por el galo Breno cruzaron los Apeninos y asediaron la ciudad etrusca de Clusium, la cual recurri贸 a Roma para solicitar auxilio. Aunque los romanos parecen haber intentado una soluci贸n diplom谩tica en primer lugar, lo cierto es que terminaron acudiendo en socorro de la ciudad prest谩ndole ayuda militar, tal y como estaba estipulado en los acuerdos suscritos entre ambas ciudades. Sin embargo, los romanos, como es habitual, consideraron el trato a sus embajadores como vejatorio, lo cual se convirti贸 en un desencadenante de la guerra. La no reparaci贸n de las ofensas recibidos por ambas partes deriv贸 en una expedici贸n punitiva por parte de los romanos y, como hemos se帽alado, el enfrentamiento con los galos en torno a Clusium.
Este escenario represent贸, en realidad, un intento serio de frenar la progresiva expansi贸n romana en Italia. Desde el a帽o 396 a.C., los romanos controlaban la ciudad rival etrusca de Veyes, y aumentaban sin prisa, pero sin pausa el territorio que manten铆an bajo su control. Parec铆a que no hab铆a grandes rivales capaces de hacer frente a esta nueva supremac铆a en Italia, pero el enfrentamiento contra los galos y su avance hacia el sur, hacia Roma, puso en evidencia la vulnerabilidad de la ciudad frente a ataques organizados y coordinados. El empuje de los galos puso un alto a la expansi贸n continuada de Roma y permiti贸 comprobar que hab铆a posibilidad de hacerle frente con 茅xito.
Los galos avanzaron progresivamente hacia el sur, hacia la ciudad de Roma y ante el peligro inminente, los romanos salieron a su encuentro a orillas del Alia, un enclave cercano a Roma en el norte. Contra todo pron贸stico, los romanos se vieron desbordados por la superioridad num茅rica de los galos 鈥損r谩cticamente el doble- y apenas opusieron resistencia, perdidos en una falta de estrategia y de direcci贸n por parte de sus l铆deres militares. Roma sufri贸 en sus carnes los efectos de un notable desastre militar que recordaron despu茅s bajo la denominaci贸n de dies Alliensis. Las tropas romanas se dispersaron en desorden y muchos de los combatientes huyeron buscando refugio en lugares cercanos como la propia ciudad de Roma, o la de Veyes. La consecuencia m谩s inmediata fue que Roma hab铆a quedado desprotegida, con su ej茅rcito claramente diezmado y con una escasa capacidad de reacci贸n. Teniendo en cuenta esta situaci贸n, los galos decidieron proseguir su avance, aunque de forma cautelosa, ya que no conoc铆an el alcance real de las posibilidades de recuperaci贸n por parte de los romanos.
Los romanos, por su parte, renunciaron a la autodefensa, pero tomaron diferentes medidas para proteger tanto a los habitantes que hab铆an quedado en Roma como a los s铆mbolos de la ciudad, encarnados por diferentes objetos sagrados que representaban su continuidad. La opci贸n que pareci贸 m谩s razonable fue la huida a Caere, ciudad etrusca aliada, en la que la poblaci贸n deb铆a tomar refugio y adonde tambi茅n fueron enviadas las reliquias bajo la protecci贸n de Lucio Albinio, quien se encarg贸 de la custodia de las v铆rgenes vestales y otros sacerdotes y flamines.
En Roma se despleg贸 un dispositivo m铆nimo de autodefensa que consisti贸 en que los hombres en edad militar, y los senadores junto con sus familiares, buscaran refugio en las elevaciones del Capitolio y una vez all铆, se atrincheraran en el Arx, la ciudadela que resultaba m谩s f谩cil de defender. Seg煤n la tradici贸n historiogr谩fica, los magistrados y senadores m谩s ancianos evitaron subir a la colina, donde no habr铆a sitio para todos, y decidieron quedarse en sus casas, hacer frente al enemigo galo y ofrecer sus vidas a los dioses en pro de la salvaci贸n de Roma.
Seg煤n las fuentes escritas, en el lapso de tiempo entre la derrota del Alia y la llegada de los galos pasaron unos tres d铆as, en los que se pusieron en marcha todos estos planes de autodefensa. Los asaltantes, privados de m谩quinas de asedio entraron r谩pidamente en la
ciudad y comenzaron a saquearla evitando los lugares altos como el Capitolio y el Arx, donde estaban refugiados los romanos. Seg煤n cuenta el historiador romano Tito Livio, la actitud de los ancianos, representantes de la dignitas de Roma precipit贸 la ira y la violencia de los galos, que se vieron confrontados a una resistencia moral que no esperaban. Marco Papirio se convirti贸 en inesperado protagonista del saqueo al provocar la reacci贸n de los galos cuando respondi贸 violentamente golpeando con su cetro al soldado que le tiraba de la barba para comprobar si se trataba de un ser humano o de una estatua. La representaci贸n de la dignidad de los romanos, muy lejos de los est谩ndares b谩rbaros en los relatos estereotipados del suceso, provoc贸 la ira descontrolada de los asaltantes que desencadenaron un ataque a sangre y fuego contra la poblaci贸n civil y los inmuebles vac铆os de la ciudad. La masacre fue devastadora y las consecuencias del saqueo tambi茅n. De nuevo Tito Livio es quien recuerda esta ominosa acci贸n:
芦Tras el asesinato de las figuras principales, nadie se salv贸; las casas fueron saqueadas e incendiadas禄 (Ab urbe condita 5.41)
Una vez que la ciudad fue devastada, los galos pusieron sus ojos en la ciudadela del Capitolio, pero no dispon铆an de material de asalto por lo que sus intentos fueron rechazados por los romanos all铆 atrincherados. En ese contexto, los atacantes decidieron iniciar un asedio, no sin antes intentar alcanzar el Capitolio una segunda vez ampar谩ndose en la noche. La maniobra propici贸 toda una serie de actos heroicos por parte de destacados miembros de la aristocracia romana, que fueron considerados como ejemplo del valor pujante de la juventud y la esperanza de recuperaci贸n de la ciudad despu茅s del desastre del Alia y de la p茅rdida de una parte significativa del ej茅rcito. Pero tambi茅n, la historiograf铆a cl谩sica aprovech贸 para proclamar que los dioses, a trav茅s de estas manifestaciones, estaban del lado de los romanos en estos conflictos. En cualquier caso, seg煤n la reelaboraci贸n hist贸rica posterior con la que contamos, los actos romanos en esta guerra estaban en el marco de una guerra perfectamente justa, que gozaba del benepl谩cito de los dioses.
Prueba de esto 煤ltimo fue la ins贸lita intervenci贸n de los gansos del Capitolio, que estaban all铆 porque eran utilizados habitualmente en los rituales de los templos, y que graznaron fuertemente avisando a los romanos de la presencia enemiga. De esa manera, el ataque galo fue nuevamente rechazado. El 鈥渕ilagro鈥 se atribuy贸 a Manlio que, a partir de ese momento, tom贸 el sobrenombre de Capitolino, haciendo alusi贸n a su contribuci贸n a la salvaci贸n de la colina. En la misma l铆nea de afirmaci贸n de la cercan铆a de los dioses con la causa romana, el joven pont铆fice Cayo Fabio Dorsuo fue capaz de traspasar las l铆neas enemigas para llegar hasta el Quirinal y realizar una ceremonia religiosa familiar, lo que demostr贸 a las tropas celtas all铆 apostadas, m谩s que el valor, la piedad de la juventud romana. Entretanto, los supervivientes del Alia, refugiados en la cercana ciudad de Veyes, estaban reorganiz谩ndose para retomar la defensa de Roma.
Tras siete meses de asedio y hambruna, los sitiados en el Capitolio negociaron finalmente su rendici贸n a cambio de un rescate fijado tradicionalmente en 1.000 libras de oro, lo cual fue interpretado en la tradici贸n historiogr谩fica cl谩sica como un s铆mbolo del car谩cter codicioso e indigno de los galos, focalizado principalmente en la figura de su rey, Breno. Todo el episodio resalta la humillaci贸n que sufrieron los romanos ante los galos, que, en realidad estaban ejerciendo su derecho al bot铆n de guerra, con todo lo que eso conllevaba.
La magnitud del compromiso social que exigieron las desastrosas circunstancias en las que el asalto de los galos puso a la ciudad de Roma se puso de manifiesto en el hecho extremo de que incluso las matronas, las mujeres de la aristocracia, se vieron obligadas a sacrificar sus joyas para pagar el rescate, un gesto que aprovecharon para obtener el permiso para utilizar un pesado carro denominado pilentum en los d铆as de fiesta.
Finalmente, bien porque el pago del rescate les satisfizo, bien porque los galos se vieron reclamados en nuevos frentes b茅licos en el norte, o bien porque las circunstancias que rodean un asedio, y que habitualmente conllevan hambrunas y enfermedades superaron la infraestructura del ejercito atacante, este 煤ltimo levant贸 el sitio y abandon贸 Roma.
En la actualidad se admite que todos los relatos que narraron el saqueo de Roma se basaron en una realidad hist贸rica cierta, pero limitada al hecho de que un ej茅rcito de galos derrot贸 a otro romano y que, como consecuencia de ello, pudo sitiar o incluso tomar la ciudad de Roma. Este acontecimiento habr铆a sido amplificado por la anal铆stica romana, que lo utiliz贸 como tel贸n de fondo para introducir toda una serie de actos valerosos y heroicos: el sacrificio de los ancianos, antiguos magistrados, la excepcional piedad del pont铆fice Cayo Fabio Dorsuo o las haza帽as combativas de Marco Manlio Capitolino. En este contexto, el desastre inicial que conllevaba el asalto a la ciudad, fue magnific谩ndose hasta convertirse en un suceso que habr铆a llegado a amenazar la propia existencia de Roma. En la misma medida en que dicho episodio creci贸 literaria e historiogr谩ficamente, tambi茅n lo hicieron las an茅cdotas, las leyendas y los protagonistas que lo rodeaban.
Por lo que se refiere a las posibles evidencias arqueol贸gicas sobre los hechos narrados por las fuentes literarias lo cierto es que no hay grandes hallazgos de equipamiento militar galo del siglo IV a.C. en territorio it谩lico. Tampoco en las colinas que rodean el Foro de Roma, esto es, en el Capitolio y en el Palatino se han encontrado a d铆a de hoy vestigios de incendios o de destrucciones evidentes que daten de esta 茅poca, y a煤n menos testimonios de la magnitud del incendio de una ciudad entera. Cabe la posibilidad de que el ataque provocara el colapso de edificios construidos en materiales como la madera, pero que el resto de construcciones no se viera excesivamente afectado. Y, adem谩s, sin duda, el objetivo principal del asalto de los galos era la obtenci贸n de bot铆n, y no la aniquilaci贸n total de la ciudad. Es probable que los historiadores cl谩sicos tendieran a magnificar el episodio con el objeto de aminorar la humillaci贸n sufrida por los romanos y as铆, una razzia de los galos lleg贸 a convertirse en un ataque de tal dimensi贸n que habr铆a puesto en peligro la existencia de la propia Roma. La tradici贸n anal铆stica recuerda incluso que la desaparici贸n de los archivos de la ciudad se remontar铆a a este momento hist贸rico. En realidad, todos los relatos que narran lo ocurrido siguen un modelo historiogr谩fico com煤n en el que una gran ciudad sufre el asalto de un poderoso ej茅rcito extranjero bajo el que sufre m煤ltiples humillaciones, pero que, a la vez, le brinda oportunidades de realizar actos heroicos y ejemplares en favor de la patria. Baste recordar aqu铆 el precedente de la toma de Atenas por parte de los persas durante las guerras m茅dicas.
La mezcla oportunista de realidad hist贸rica y leyenda, en la que Breno, el rey galo, tiene el mismo nombre que el jefe de los celtas que asaltaron Delfos en el 280 a.C. junto con las posibles muertes de Manlio Capitolino y otros l铆deres romanos como el dictador Camilo, abonan igualmente la tesis de que nos encontramos ante una reelaboraci贸n de un episodio hist贸rico complicado para los romanos en lo que lo m谩s importante era salvar el honor y ofrecer una imagen de heroica resistencia.
La misma confusi贸n afecta a lo sucedido con el rescate pagado por los romanos que fue recuperado posteriormente, sin que se sepa si tal acci贸n fue realizada por el ej茅rcito de auxilio reclutado por el general romano Camilo o si fueron los aliados de Roma quienes consiguieron recuperarlo enfrent谩ndose a los galos. En cualquier caso, tal episodio tendr铆a por objeto aminorar la humillaci贸n sufrida por Roma y hay grandes sospechas de que se trata de una reelaboraci贸n posterior por parte de la historiograf铆a romana.
En cualquier caso, el asalto galo a Roma, result贸 en un trauma colectivo muy duradero. Tanto Tito Livio como Plutarco afirmaban en sus obras que, tras siete meses de ocupaci贸n, la ciudad de Roma fue completamente saqueada, destruida e incendiada, a excepci贸n de la colina Capitolina. Por su parte, en el exterior, seg煤n Polibio, los romanos tardaron treinta a帽os en recuperar la posici贸n hegem贸nica en el Lacio que les hab铆a conferido la toma de Veyes en el 396 a.C. Fueran los relatos exagerados o no, lo cierto es que el ataque fue considerado como una mancha en la historia nacional. Despu茅s de la marcha de los galos, inmediatamente se emprendieron acciones para la recuperaci贸n de la ciudad. Camilo, nombrado dictador para reconducir el desastre, hizo reconstruir y purificar en primer lugar los templos y luego rindi贸 homenaje a los dioses protectores de la ciudad. En la misma l铆nea, y dado que la propia existencia de Roma hab铆a sido amenazada, los tribunos de la plebe, apoyados por el pueblo, sostuvieron la idea de trasladar la capital desde Roma a Veyes, m谩s f谩cil de defender. Pero el propio Camilo, que lideraba la reconstrucci贸n de la Ciudad, se opuso firmemente a la idea. Por ello, fue considerado por la historiograf铆a cl谩sica como un nuevo R贸mulo, un refundador de Roma.
Entre las obras acometidas, la m谩s urgente result贸 ser la que afectaba a la propia defensa de la ciudad. De hecho, la invasi贸n gala hizo consciente a sus habitantes de sus propias vulnerabilidades defensivas y dej贸 claro que el primitivo muro serviano que rodeaba la ciudad como elemento de protecci贸n b谩sico hab铆a resultado claramente insuficiente. Por eso, una de las primeras medidas adoptadas durante la reconstrucci贸n posterior fue la de a帽adir una nueva muralla de piedra de unos 7 metros de altura por unos 4 metros de anchura. Todo ello se llev贸 a cabo paulatinamente en los 10 a帽os posteriores a la invasi贸n gala.
Las consecuencias del saqueo galo de Roma no solo tuvieron un efecto local, sino que los ecos de lo sucedido traspasaron las fronteras regionales y se extendieron por gran parte del mundo griego que acogi贸 la noticia como una forma de reconocimiento de la ciudad y de su nuevo papel hegem贸nico en la pen铆nsula it谩lica. Autores como Teopompo, Her谩clides P贸ntico y el mism铆simo Arist贸teles contribuyeron a poner a Roma en el mapa geoestrat茅gico mental de los griegos al considerar que el ataque de los galos obedec铆a a razones de lucha por los espacios de poder en Italia. De este modo, la ciudad de Roma, pr谩cticamente una desconocida hasta el momento para la mayor铆a de los griegos, pas贸 repentinamente a primer plano, y algunos autores llegaron incluso a calificarla propiamente como una ciudad griega. Historiadores posteriores de 茅poca augustea como Pompeyo Trogo llegaron m谩s lejos a煤n al afirmar que la vecina ciudad de Massilia habr铆a ofrecido una contribuci贸n econ贸mica para ayudar a sufragar el rescate solicitado por los galos en una clara referencia a las obligaciones de la diplomacia del parentesco c铆vico.
Todo ello, hay que interpretarlo en el contexto de comienzos del Principado, en el que Roma deseaba ser considerada como una m谩s de las ciudades griegas como una forma de afianzar su control en el Oriente helen铆stico despu茅s de la traum谩tica guerra civil que Augusto hubo de librar contra Marco Antonio y Cleopatra para mantener unido y a salvo el imperio territorial de Roma.
Adem谩s, hay que tener en cuenta que, tal y como se ha visto en el texto inicial del discurso de Cicer贸n, la historia de pillajes protagonizados por los galos que, con posterioridad a Roma tambi茅n hab铆an saqueado el santuario de Delfos, permitieron al mundo romano y al griego encontrar un enemigo com煤n que defin铆a la barbarie en contraste con el mundo civilizado que ellos mismos dec铆an representar.
Pero, sin duda, la consecuencia m谩s extrema de la invasi贸n de la Ciudad en el 390 a.C. en el imaginario colectivo romano fue la impregnaci贸n del miedo al galo como un temor colectivo asociado a la posible desaparici贸n de Roma como comunidad. Para conjurar esta posibilidad, los romanos fueron capaces de cometer los actos m谩s extremos como recurrir al sacrificio humano. Prueba de ello es que en el a帽o 228 a.C., Roma volvi贸 a sentirse amenazada por las incursiones de los galos transalpinos por lo que se realizaron ceremonias religiosas en la ciudad para solicitar la protecci贸n de los dioses. Entre ellas, seg煤n cuenta Plutarco (Cuestiones romanas 83), se recurri贸 a un procedimiento considerado como b谩rbaro que fue el de enterrar vivos a seres humanos. Se procedi贸 a consultar los Libros Sibilinos y seg煤n estos, se determin贸 que era necesario enterrar viva a una pareja de galos, hombre y mujer, pero tambi茅n a una pareja de griegos. En el 216 a.C. despu茅s del desastre de la batalla de Cannas contra los cartagineses durante la Segunda Guerra P煤nica se volvi贸 a repetir la misma actuaci贸n de consulta de los Libros Sibilinos y de enterramiento en vida de sendas parejas de galos y griegos. El sentido de este gesto, considerado como b谩rbaro para los romanos, pone de manifiesto el gran temor colectivo que estos experimentaron ante las sucesivas amenazas de invasi贸n y de continuidad para su comunidad. La realizaci贸n del sacrificio humano ten铆a el sentido de que era la 煤nica actuaci贸n que los romanos consideraron como eficaz en un momento en el que todo parec铆a perdido y, adem谩s, estaba legitimada porque se realizaba en el marco de la religi贸n p煤blica. En consecuencia, el sacrificio humano deb铆a verse como el 煤ltimo recurso que la sociedad romana consideraba como razonable en un momento de extrema inquietud social en el que era necesario el benepl谩cito y la ayuda de los dioses.
Pero lo m谩s significativo en este caso, es la elecci贸n del origen 茅tnico de las v铆ctimas que fueron griegos y galos. Ambos colectivos representaban en el imaginario romano los enemigos que hab铆an puesto en peligro la propia existencia de Roma. Desde un punto de vista simb贸lico, su sacrificio representaba su expulsi贸n de la ciudad de los vivos y su confinamiento al mundo de los muertos, donde pod铆an dejar de constituir un peligro para Roma. Hay que tener en cuenta que en todas las ocasiones en las que estos sacrificios se realizaron, el contexto hist贸rico es similar, es decir, una constante de emergencia, de urgencia. Por un lado, los romanos se vieron confrontados a enemigos exteriores que pon铆an en peligro la Rep煤blica; y por otro lado, Roma asist铆a a la aparici贸n y sucesi贸n de prodigios inexplicables. Ante todos estos signos inquietantes, que atestiguaban una ruptura de la pax deorum 鈥la paz de los dioses-, el acuerdo b谩sico de los romanos con los dioses para garantizar una convivencia ordenada y pac铆fica, la primera acci贸n implicaba la consulta de los Libros Sibilinos por intermediaci贸n de los sacerdotes encargados, los decemviros. Son estos quienes prescriben el enterramiento en vida de sendas parejas de galos y griegos. Plinio el Viejo llega a a帽adir que el l铆der del colegio de los quindecemviros pronuncia una oraci贸n. Como conclusi贸n, los romanos obtienen el favor de los dioses por este medio y el peligro que pretend铆an conjurar se aleja definitivamente de Roma. Del mismo modo, los prodigios que anunciaban pr贸ximas desgracias tambi茅n desaparecen de la vida cotidiana de los romanos.
La explicaci贸n actual a semejante ritual es complicada, m谩xime cuando desde la propia cultura cl谩sica se considera la pr谩ctica del sacrificio humano como un signo de barbarie. Por eso, se han propuesto diferentes y variadas interpretaciones al respecto. Por un lado, se considera como un procedimiento que asegurar铆a la aniquilaci贸n del enemigo. Sin embargo, no es menos cierto que en la 茅poca en la que se llevaron a cabo estas acciones tanto los galos como los griegos no estaban en una alianza com煤n con el objetivo de destruir Roma. Adem谩s, dicha alianza no tuvo lugar hist贸ricamente nunca. Tambi茅n caben otras posibilidades como el hecho de que el enterramiento de las parejas de griegos y galos vivos deber铆a servir como una iniciativa para proteger a Roma, evit谩ndole desastres futuros. En este contexto, debemos recordar que, en el imaginario cultural romano, tanto los celtas como los griegos representaban a pueblos que en per铆odos legendarios o semi-legendarios e incluso hist贸ricos no muy lejanos hab铆an amenazado gravemente la existencia misma de Roma.
Otros investigadores de la religi贸n antigua consideran que el ritual practicado en el Foro Boario serv铆a para confinar al enemigo al mundo de los muertos expuls谩ndolo del de los vivos. De este modo, los as铆 sepultados quedaban bajo la gesti贸n del mundo de los muertos y sus divinidades. En realidad, se trataba, en primer lugar, de expiar un prodigio, lo que se hac铆a tras la consulta de los Libros sibilinos; y, en segundo lugar, de alejar un peligro exterior que era percibido como particularmente amenazador e inminente.
La cuesti贸n del sacrificio humano, que era considerado como una pr谩ctica propia de extranjeros o de enemigos, tambi茅n era percibida como un elemento que mostraba no solo el grado de barbarie sino tambi茅n una actitud religiosa err贸nea. Parad贸jicamente, solo los enterramientos de griegos y galos en el Foro Boario escapar谩n a esta percepci贸n, ya que fueron realizados seg煤n los procedimientos estipulados por la religi贸n p煤blica y fueron llevados a cabo por romanos que se consideraban a s铆 mismos como civilizados y opuestos a la barbarie. En cualquier caso, los propios ejecutores de la acci贸n lo consideraron una acci贸n claramente inusual y excepcional, que fue llevada a cabo en unas circunstancias particularmente complicadas de la historia de Roma.
Desde los or铆genes mismos de la Ciudad, Roma vivi贸 siempre bajo el temor de ser destruida en cualquier momento por cualquiera de las comunidades que la rodeaban. Gran parte de su discurso imperialista estaba basado precisamente en eso, en que todas las guerras de Roma se llevaban a cabo bajo la premisa de que se trataba de guerras justas que buscaban alejar a los enemigos de Roma y preservar su existencia. De entre todos los pueblos que se enfrentaron a los romanos en esta 茅poca, lo cierto es que solo unos pocos llegaron a amenazar su existencia como comunidad y fueron esos quienes quedaron en el imaginario social como la encarnaci贸n del peligro inminente que podr铆a aniquilar Roma en caso de que esta bajara sus defensas. Y, sin duda, hist贸ricamente los m谩s importantes fueron los celtas, los vecinos galos en este caso, y los cartagineses.
Aunque An铆bal nunca lleg贸 a entrar en la Ciudad, lo cierto es que los desastres militares y las amenazas causadas por los p煤nicos dejaron una gran impronta en la memoria hist贸rica de Roma que siempre los consider贸 como el mayor enemigo con el que se hab铆an enfrentado en 茅poca republicana. Sin embargo, la experiencia de la invasi贸n gala de Roma dos siglos antes de la Segunda Guerra P煤nica, hab铆a resultado igualmente amarga y amenazadora para la identidad colectiva de los romanos. La Ciudad debi贸 afrontar entonces la destrucci贸n de viviendas e infraestructuras p煤blicas, as铆 como la desaparici贸n de parte de su historia administrativa como fueron los archivos de Roma, tal y como lo se帽ala Tito Livio en su obra hist贸rica.
Adem谩s de la recuperaci贸n formal del espacio c铆vico, Roma debi贸 emprender una reconstrucci贸n moral e identitaria despu茅s del saqueo celta, por ello, los historiadores y anticuaristas romanos procedieron a una reelaboraci贸n de lo sucedido, en la que la humillaci贸n sufrida por los habitantes de la Ciudad pudiera tener una lectura ejemplarizante y, hasta cierto punto, heroica. En esta l铆nea, se recrearon episodios que recrearan la dignidad romana como el de los senadores defendiendo las casas de los romanos en sus mismas puertas; la actuaci贸n valiente de Manlio Capitolino o la piedad familiar de Dorsuo, as铆 como el compromiso de las matronas que entregaron su oro para contribuir al pago del rescate exigido por los celtas. Todas estas actuaciones tuvieron como recompensa la aprobaci贸n de los dioses y su ayuda en la recuperaci贸n de la Ciudad. Al mismo tiempo, sirvieron para representar un ideal de romanidad en el que tanto hombres como mujeres se sacrifican para la supervivencia de la patria.
Por 煤ltimo, frente al ideal romano que acabamos de citar, la invasi贸n gala y sus protagonistas sirvieron para reforzar los estereotipos de barbarie propios de la cultura romana, en los que los celtas-galos representaban todo lo opuesto a lo que se supon铆a como civilizado. Adem谩s, las circunstancias de la invasi贸n gala que provocaron importantes destrucciones en la Ciudad, obligaron a realizar reformar en la misma que permitieron una nueva ordenaci贸n urbana y, probablemente, una expansi贸n del entramado urbano. La remodelaci贸n urbana, junto con el necesario rearme moral de la poblaci贸n fue canalizado a trav茅s de una de las ideas m谩s queridas por la historiograf铆a romana como era la de la refundaci贸n de la Ciudad. Este t贸pos historiogr谩fico glorificaba la capacidad de Roma de reinventarse a s铆 misma despu茅s de haber sufrido un peligro extremo y en estos relatos se representaba a un l铆der, en este caso, el dictador Camilo, en torno al cual, como nuevo R贸mulo, la sociedad romana se compromete nuevamente a refundar y desarrollar una comunidad c铆vica. Despu茅s de la invasi贸n gala, la situaci贸n no fue diferente, y los romanos celebraron el renacimiento de la Ciudad y su sistema sociopol铆tico frente a un enemigo que pretend铆a su destrucci贸n.
Briquel, D., 2008, La prise de Rome par les Gaulois, lecture mythique d'un 茅v茅nement historique, Paris, Presses de l鈥檜niversit茅 Paris-Sorbonne.
Guzm谩n Armario, F.J., 2003, 鈥淓l "relevo de la barbarie": la evoluci贸n hist贸rica de un fecundo arquetipo cl谩sico鈥, Veleia: Revista de prehistoria, historia antigua, arqueolog铆a y filolog铆a cl谩sicas 20, 331-340.
Koptev, A. 2011, 鈥淭he massacre of Old Men by the Gauls in 390 B.C. and the Social Meaning of Old Age in Archaic Rome鈥, en Christian Kr枚tzl y Katariina Mustakallio (dir.), On Old Age: approaching Death in Antiquity and the Middle Ages, Brepols Publishers, 153-182.
L贸pez L贸pez, A., 2013, 鈥淢ujeres y guerra en Tito Livio鈥, en La paz y la guerra / coord. por Andr茅s Poci帽a P茅rez, Jes煤s Mar铆a Garc铆a Gonz谩lez, 173-192.
Moreno, A., 2021, 鈥淐uando los romanos conocieron a los galos. Una reinterpretaci贸n de la narraci贸n de Livio del ataque b谩rbaro a Roma鈥, Grecorromana. Revista Chilena de Estudios Cl谩sicos III, 98-124.
Riesco 脕lvarez, H.B., 1990, 鈥淟as vestales, los "sacra", los "doliola" y el "sascellum" en la toma de Roma por los galos el 390 a C.鈥, Estudios human铆sticos. Filolog铆a 11, 1990, 61-74.
P茅rez Rubio, A., 2017, 鈥淔abio P铆ctor y el doble de Breno鈥, M茅langes de l鈥橢cole fran莽aise de Rome, Antiquit茅 129-2, 373-398.