Aristóteles frente a la retórica
Aristóteles fue un filósofo griego del siglo IV a. J. C. que, nacido en Estágiro (más tarde Estagira), era súbdito del rey de Macedonia pero estaba enamorado de la cultura ateniense y sus manifestaciones y, entre ellas, de la retórica deliberativa o política que floreció a la sazón en Atenas como nunca.
No olvidemos que Aristóteles es rigurosamente contemporáneo de Demóstenes, el mejor orador político de todos los tiempos. Resulta por ello curioso que el Estagirita ignore prácticamente a tan insigne figura de la oratoria en una obra como la Retórica, a no ser que para explicar este chocante hecho recurramos a la idea de que la política todo lo envenena y recordemos que el año 338 a. J. C., el monarca Filipo de Macedonia, en la batalla de Queronea, acabó con el ideal político de la pólis o ciudad-estado griega independiente y autárcica o autosuficiente que el orador Demóstenes, autor de incendiarios y patrióticos discursos políticos contra Filipo (las Filípicas), se había pasado la vida defendiendo como modelo político de Atenas y de las demás ciudades-estados griegas.
El año 367 a. J. C., cuando no contaba más que diecisiete años, se trasladó a Atenas a estudiar en la Academia con Platón y en ella permaneció durante veinte años, hasta la muerte del «divino filósofo» el año 347 a. J. C., primeramente como estudiante y más tarde como investigador.
Pero durante los tres primeros años de su estancia Platón no se encontraba en Atenas sino en Sicilia y el joven discípulo tuvo el necesario tiempo para madurar una filosofía platónico-empírica, compuesta de elementos de la filosofía de su maestro aprendida en la Academia y elementos de su propia experiencia en la ciencia natural, más concretamente en la biología, en cuya investigación le había iniciado su padre, que había sido médico personal y amigo del monarca macedonio Amintas II en la corte del reino situada en su capital Pela.
El primer trabajo de Aristóteles sobre la retórica es el diálogo Grilo, que parece dirigido contra Isócrates. En él exhibía argumentos que, según Quintiliano (II, 17, 14), contradecían lo que luego afirmaba en la Retórica.
Pero lo que yo no sé muy bien es si decía que la retórica en general no era un arte (e incluso que no podría serlo nunca), o bien que no lo era la particular y concreta retórica de Isócrates. La cosa cambia muchísimo según sea la primera o la segunda opción la verdadera.
Yo creo que el Estagirita, más bien, atacaba la retórica que Isócrates había definido como “correlativa (antístrophos) de la gimnasia” (Antídosis 181-2) identificando así la retórica con la filosofía.
Isócrates, efectivamente, en su renombrada escuela, convertía la retórica en “filosofía” (de hecho él llama “filosofía” a su retórica), por lo que hacía de la gimnasia el correlato físico de su filosófica retórica, que sería el entrenamiento del alma y de la mente, o sea, el ideal de la educación o paideía de la Atenas de la época y hasta de toda la Grecia contemporánea.
Pero el Estagirita no podía aceptar la confusión de la retórica con la filosofía, como tampoco la aceptaba Platón, quien, despreciaba tanto la retórica de su tiempo, que ni siquiera la consideraba “arte” o saber teórico -práctico, sino que, muy denigrativamente, la comparaba a la habilidad del cocinero y la definía como “correlativa (antístrophos) del arte de la cocina” (Gorgias 465d7-e1).
Para Aristóteles, en cambio, la retórica es un “arte” –y en esto coincide con Isócrates y se aleja de Platón– y por eso según él no es correlativa (antístrophos) de la burda y mera “experiencia” (empeiría) que es el arte del cocinero, como afirmaba su maestro. Pero tampoco es un arte correlativa (antístrophos) de la gimnasia, como sugería Isócrates, para quien la retórica era la filosofía, es decir, para ser más exactos, era su “filosofía”.
Oponiéndose a ambos y haciéndolo notar con el empleo del mismo adjetivo antístrophos, “correlativa”, que evocaba sus respectivos asertos, Aristóteles nos obsequia en la primera frase de su Retórica con esta nueva definición: “La retórica es correlativa (antístrophos) de la dialéctica” (1354a1).