Unas palabras previas.
Conviene comenzar recordando que , en nuestro idioma, la palabra "amor" tiene un significado muy amplio y resulta pertinente advertir que en griego hay dos términos que pueden traducirse por ella, pero que indican aspectos diversos: eros designa el amor pasión, el deseo y la pulsión hacia la conquista del ser amado, mientras que philía se aplica al amor del trato familiar o amistoso. El castellano sí distingue, en los adjetivos, entre lo "erótico" y lo "amoroso". También conviene distinguir el dominio de Eros del de Afrodita, aunque aquí haya una cierta confluencia. Lo "afrodisíaco" es distinto de lo "erótico", aunque uno y otro aspecto pueden fácilmente verse relacionados. Volveremos sobre esta distinciones a lo largo de esta charla. ( Hay , además otro término: agape , que será el más usado en época cristiana, y que abarca el amor en su sentido general, más cercano pro tanto al valor de philía que al de eros ; y que persiste como término usual en el griego moderno , pronunciado agapi ).
Esta charla comenzará por los datos de la mitología y derivará hacia la literatura en un breve paseo por el imaginario griego.
Afrodita.
Según cuenta la versión del poeta Hesíodo, en su Teogonía ( s.VIII a.C.) , la diosa Afrodita nació de la espuma formada en el mar de los genitales de Urano ( el Cielo) , cuando su hijo Crono, después de castrarlo con una hoz , los arrojó al mar. El nombre de Afrodita está relacionado con la palabra griega aphros , "espuma", porque a partir de la espuma surgida del esperma uránico, derramado cuando el sexo del dios del cielo penetró en las aguas del mar, surgió la gran diosa . Toda la potencia genesíaca del primordial dios celeste sirvió así a engendrar en el hondón marino a la diosa del amor y la unión sexual. La epifanía de la marina Afrodita está muy bien relatada en el texto de Hesíodo (Teogonía 194-202) , que ha servido mucho después como inspiración al famoso cuadro de Botticelli "El nacimiento de Venus" :
"En torno al miembro del dios se formó una blanca espuma y en medio de esta nació una hermosa doncella. Primero navegó hacia la divina isla de Citera y desde allí se dirigió a Chipre rodeada de olas. Salió del mar la augusta y bella diosa , y bajo sus pies delicados crecía la hierba en derredor. Afrodita, diosa nacida de la espuma y Citerea de bella corona, la llaman los dioses y hombres, porque nació de la espuma, y también Citerea porque se dirigió a Citera, y Ciprogenia porque nació cerca de la isla de Chipre (Kyprou) de muchas olas.
La acompañaba Eros y la seguía el bello Hímeros al principio apenas hubo nacido, y en su marcha hacia la familia de los dioses. Y estas atribuciones posee desde el comienzo y ha recibido como su dominio entre los hombres y los inmortales dioses: las intimidades de las doncellas, las sonrisas, los engaños, el dulce placer, el amor y la dulzura."
Escoltada por el Amor y el Deseo, personificados en la pareja acompañante de Eros e Hímeros, Afrodita arriba sonriente a las playas de Pafos en Chipre y , ante ella, todo el campo se cubre de flores a su paso divino. Es muy interesante esa relación con Chipre - una isla situada en el camino de su culto desde Oriente a Grecia - que puede reflejar simbólicamente una procedencia oriental de su culto. Como las diosas fenicias y mesopotámicas, Istar y Astarté , la diosa griega del amor representa una gran fuerza cósmica, que extiende su poder sobre hombres y dioses, y sobre todas las criaturas vivientes. Es, según ese texto de Hesíodo, anterior a los olímpicos. No tiene madre, sino que ha nacido del semen celeste de Urano, bellísima divinidad a la par celeste y marina.
Pero Homero nos da otra genealogía distinta de Afrodita, a la que considera hija de la pareja formada por Zeus y Díone, esa fantasmal cónyuge del soberano olímpico sin apenas historia mítica. ( Es muy curioso su nombre, del mismo radical que el de Zeus , la Brillante o la Celeste). Así Afrodita aparece en la Ilíada como la hija querida del Crónida, al que acude en busca de socorro y consuelo, cuando , en el canto V del poema, es herida por el fiero Diomedes, y ella, como una muchacha dolorida y llorosa, corre a refugiarse junto a su poderoso y robusto padre. Zeus, sonriente y paternal , le aconseja evitar los combates y peleas, que no son propias de su talante. En los poemas homéricos Afrodita está muy bien integrada en la familia olímpica. Está casada con Hefesto, el hábil dios de la fragua, y tiene amoríos con Ares, el dios de la guerra. La famosa escena en que Hefesto, informado por el dios Helios, logra apresar a ambos adúlteros en el lecho con una sutil red mágica y exponerlos así a la mirada y la risa de los dioses está ya contada en la Odisea (cantoVIII) .
Aunque oficialmente casada con el olímpico Hefesto, Afrodita tiene diversos amantes y amoríos ocasionales : son famosos sus amores con el dios de la guerra, Ares, como cuenta Homero ; con el príncipe troyano Anquises, según el Himno Homérico a Afrodita, y con el bello Adonis, de triste muerte. Y tiene varios hijos: nacida de Ares y Afrodita es Harmonía, esposa de Cadmo, el fundador de Tebas ; hijo de la diosa y Anquises es Eneas, a quien Afrodita protege en la Ilíada y la Eneida , el gran héroe que escapó de Troya y luego será el fundador de Roma. Hijo de Hermes y la diosa es también el bisexuado Hermafrodito. Pero de todos sus hijos el más unido a ella es Eros, el Amor. ( Aunque las versiones sobre el origen del bello dios arquero son variadas, la de esta filiación parece, si no la más antigua, sí la más canónica y difundida) . Cabe ver la distancia y una fácil distinción - muy sintomática del pensamiento griego sobre los aspectos del amor - entre la placentera Afrodita y el turbulento Eros. Resulta muy significativo , desde luego, que la íntima relación entre ambos haya quedado expresada de manera simbólica en la mitología en la imagen tradicional de madre e hijo.
Adelantemos que ya en el entramado mítico Afrodita resulta, en principio, más sociable que el impulso pasional representado por Eros, imaginado como el pequeño flechador fogoso y juguetón , no menos peligroso en sus picotazos que su divina madre. ( En la plástica Afrodita aparece con frecuencia escoltada no sólo por un pequeño Eros, sino por rollizos ángeles sonrientes e infantiles, que vuelan en torno a la triunfal diosa) .
Eros
Tremendo es el poder del dios que en el ámbito erótico acompaña y sirve a la divina Afrodita. Eros es una divinidad de aspecto amable, pero de terribles efectos; un dios que arrastra y enloquece, que impone su impulso sobre cualquier afecto y arrolla la razón, y que ha recibido muchas atenciones de los poetas y los filósofos. Recordemos dos breves himnos, incluidos en sendas tragedias clásicas. El primero en la Antígona de Sófocles (vs.781-807), y el segundo en el Hipólito de Eurípides (vs. 525 -532) :
"Eros, invencible en la batalla,
Eros, que sobre las fieras te precipitas ,
que en las tiernas mejillas de las doncellas
pernoctas, y vas y vienes por las ondas del mar
y las agrestes guaridas de las fieras salvajes.
Nadie de tí puede escapar, ni entre los inmortlaes,
ni entre los humanos, efímeras criaturas.
Quien te posee, enloquecido queda.
El corazón del justo tú lo desvías
a la injusticia para su propia ruina.
Tú eres también quien suscitó
esta disputa entre gente de la misma sangre.
Vence , ya se ve, el deseo producido
por los ojos de una novia buena para el lecho;
ese deseo que se asienta entre los amos supremos
junto a sus leyes augustas, porque es
en su juego invencible la diosa Afrodita." (Sófocles, o.c.)
"Eros, Eros, que por los ojos
instilas el deseo , inspirando dulce deleite en el alma
de aquellos a quienes atacas.
Nunca te me muestres unido a la desdicha,
ni desacompasado acudas .
Pues ni el dardo de fuego ni el de las estrellas
es tan potente como el dardo de Afrodita,
que lanza de sus manos,
Eros, el hijo de Zeus." (Eurípides. o.c.)
Eros personifica el impulso erótico, el anhelo amoroso que irrumpe en el alma con fogoso ímpetu y arrastra a acciones descontroladas. Es el amor pasión que penetra por los ojos e inflama el corazón, como una herida de misteriosa e íntima flecha. De ahí las imágenes que acompañan a su figura, y de ahí también su conexión con la divina Afrodita, diosa de la pulsión sexual. Notemos cómo ambos textos se subraya la profunda unión entre ambos y cómo el dardo se les adjudica a uno y otra, a Eros y a Afrodita. Ambos son invencibles en la batalla : aníkate máchan es Eros, ámachos theós es la diosa a la que invoca con ardor la poetisa Safo en un famoso poema para que acuda en su ayuda como aliada en la batalla amorosa. Batallas que son juegos eróticos , porque es juego y lucha lo que los amantes entablan bajo los dardos y miradas de estos dioses.
Ya hemos tratado de la magnífica gracia y la terrible fuerza de la diosa del amor, y ahora conviene delimitar el dominio de Eros. Que es un dios menos delimitado por la tradición mítica antigua, y con más papel en la poesía que en el culto religioso. Lo cierto es que no es mencionado por Homero, mientras que Hesíodo lo evoca en dos pasajes diversos, y con distinto énfasis. Es en su Teogonía , vss.120-22, donde nos cuenta que surgió entre los primeros seres divinos del mundo, después de Gea, la Tierra primordial, y lo califica así: "Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, el que produce desmayos, y somete en el pecho la prudente voluntad y el entendimiento de todos los dioses y los humanos todos." Ahí surge Eros entre los poderes primigenios del universo, a la par de Érebo, Noche y Cielo. Es una fuerza cósmica , que encuentra su poder opuesto luego en Eris ( o Éride) , la discordia, surgida poco más tarde. Está en los orígenes de las genealogías divinas, pero no tiene descendencia ni se aparea con otro poder divino. Podemos suponer que Eros es la fuerza que mueve a los demás seres divinos como un furor genésico en el centro mismo del proceso cósmico. ( La pareja Eros-Eris encontrará un paralelo en la pareja Philotes-Neikos, Amor-Odio, de la teoría cosmogónica del presocrático Empédocles).
Ese papel está de acuerdo con el que le asigna la Teogonía órfica, que revelaba que Eros surgió del huevo cósmico inicial y dio origen a los demás seres divinos y luego , a través de las cenizas titánicas, a los humanos. Recordemos un famoso pasaje de Las aves de Aristófanes que nos ofrece una parodia muy clara de esos textos mistéricos del orfismo: "El vacío, la Noche, el negro Erebo y el ancho Tártaro existían y no había aún tierra, aire ni cielo, cuando la Noche de negras alas puso en el seno del Erebo un huevo huero. De este nació, al pasar el tiempo, Eros, objeto de deseo, refulgente en su lomo con alas, turbión más rápido que el viento. Se unió Eros al vacío alado en el Tártaro vasto y negro, y así dio el ser a nuestra raza y la sacó a la luz primero. Pues no existían aún los Inmortales. Eros unió los elementos más tarde, y sólo y al unirlos unos a otros nació el Océano y el Cielo, nació la Tierra con la raza imperecedera de todos los felices dioses" (Aves, vss.693-702). El autor cómico pone este remedo del mito cosmogónico órfico en boca de uno de sus personajes, pero en su tono paródico conserva lo esencial. Por otros fragmentos órficos sabemos que ese dios salido del huevo tenía varios nombres, además de Eros, Fanes, Metis, Protógono, y Ercicefeo. Fanes-Eros se identificaba luego con Dioniso y era devorado por los Titanes violentos para resurgir después gracias a Zeus. Pero dejemos aquí esta revelación de la secta órfica.
Hesíodo vuelve a nombrar a Eros en el nacimiento de Afrodita, surgida de la espuma marina cerca de Chipre: "Allí la escoltó y siguió el bello Eros e Hímeros, apenas ella hubo nacido y marchaba hacia la familia de los dioses"(id., vss. 201-2). Podemos recordar la representación de la escena en el cuadro de Botticelli. Pero, ¿es éste el mismo dios primordial del comienzo del mundo? Como acompañante y acólito de la diosa, emparejado con el Deseo, Hímeros, parece una figura menor y grácil, que los pintores representan como un bello adolescente en el cortejo de la diosa. Como el Deseo y la Persuasión (Peithó ) se integra en el séquito de Afrodita, como un daímon menor a su servicio.
Pero conserva cierta independencia de la diosa, como se sugiere en el Himno Homérico a Afrodita . Eros e Hímeros pueden herirla también a ella, como allí se relata en su enamoramiento del bello Anquises. (Cierto es que allí se dice que ella sintió un dulce deseo, glykys hímeros, a la vez que a él lo dominó Eros , eros heile. )
Por otra parte, Eros no recibía culto en Grecia de modo habitual. Con excepción de un pequeño santuario en Tespias de Beocia, donde era adorado en forma de piedra negra. Luego Platón colocó una estatua de Eros en la entrada de su Academia. Contrasta con esa falta de liturgias las múltiples alusiones al poder divino de Eros que encontramos en la literatura arcaica y clásica , en los líricos y en los tragediógrafos y en los filósofos. Es muy marcadamente Platón quien retoma esa tradición y la discute en los varios discursos eróticos de su Banquete . Las cuestiones un tanto tópicas sobre el poder de Eros y su figura, si tiene o no alas, si es mejor entre seres distintos de carácter y de sexo, etcétera, se plantean ahí, en ese marco ilustrado y amistoso, con lucidez. Como un proemio a la propia teoría de Platón , puesta en boca de Sócrates que la cuenta como recibida de la misteriosa sacerdotisa Diotima, trasciende todos esos tópicos en una síntesis espiritual nueva.
Hay, por tanto, seis elogios de Eros a cargo de seis comensales del simposio. Fedro y Agatón elogian el poder de tan gran dios, el más antiguo para Fedro, el más joven según Agatón. Pausanias y Eruxímaco postulan dos Eros en correspondencia con dos Afroditas; la Celeste ( Urania) y la Popular (Pandemos) , y Pausanias refiere esa dualidad a las relaciones humanas, y el médico Erixímaco a todos los seres de la naturaleza. Aristófanes cuenta su mito: eros impulsa a buscar la otra mitad , la complementaria, del ser primigenio que Zeus escindió, explicando que cada uno es sólo medio ser añorante de su otro medio ( que puede ser de sexo masculino o femenino , puesto que caben ambas posibilidades). Para Sócrates-Diotima Eros es no un dios , sino un genio intermediario que permite trasformar la aspiración hacia la belleza y el bien, que todo hombre experimenta , en un anhelo permanente de procrear en la belleza, en este mundo sensible en el caso del cuerpo y en el espiritual en el caso del amor del alma.
Es muy interesante que Platón exponga una nueva genealogía de Eros, hijo de Poro (Poros ) y de Penia (Penía ) , del Poderío en recursos y de la Penuria , en una fascinante alegoría, que explica los aspectos opuestos del amor, rico en recursos y siempre mendicante, generoso y necesitado, un daímon o ser divino intermedio entre la plenitud y la indigencia, siempre tenso y alerta en busca del amado. Coincide Platón con la visión tradicional de Eros en señalar que es, ante todo, anhelo pasional hacia el otro, ansia amorosa que la distancia tensa y la nostalgia potencia. En el mito del origen de Eros quiere explicar la ambigüedad de su carácter, su audacia y su menesterosidad. Pero el que Sócrates - protavoz de la lejana Diotima - pueda inventar aquí una genealogía nueva , indica ya que no existía una versión canónica sobre el origen de Eros. Muchos poetas antes lo hicieron hijo de Afrodita, aunque con distintos padres. Así Safo lo invoca como hijo de Afrodita y de Urano, Ibico de Afrodita y Hefesto, Simónides de Afrodita y Ares, Eurípides como hijo de Zeus, Cicerón como hijo de Afrodita y Hermes,mientras que Píndaro, Baquílides y Apolonio lo consideran hijo de la diosa, pero no mencionan al padre.
El relato alegórico de Sócrates encaja bien en el ambiente ilustrado de la cena de Agatón, donde también el comediógrafo Aristófanes ha contado otro mito sobre el origen del impulso amoroso: el de los seres demediados que buscan a su mitad perdida. Pero Platón no comparte a buen seguro la explicación del cómico. Por el contrario, en la versión del impulso erótico que da Sócrates se excluye que el eros tenga un objeto preciso que pudiera colmar el ansia del amante. Eros se define como tensión y anhelo del otro inequívocamente personal y que no puede satisfacerse del todo en este mundo. Ese ansia de procrear en la belleza no se apacigua en los cuerpos bellos, sino que tiende a sublimarse en un afán de belleza inmortal. Platón hablará luego del amor cósmico, ese amor divino "que mueve el sol y las estrellas" , según el verso de Dante.
De ahí que Platón , a la postre, deje de lado a Afrodita. La diosa patrocinaba el acto sexual y los placeres derivados, pero el eros platónico va siempre más allá, sin detenerse en lo afrodisíaco. Es la sublimación de la pasión natural al servicio de lo espiritual.
En la imagen de la flecha fogosa con que hiere Eros, como en el clásico dicho francés del coup de foudre, se expresa la fatalidad del golpe que ese dios infiere. Muchas representaciones poéticas hay en la literatura griega de ese efecto del flechazo. Ejemplar me parece la escena que pinta Apolonio de Rodas en el libro III de sus Argonáuticas al describir cómo el dios flechó el corazón de la joven princesa Medea, al ver al héroe Jasón. En las novelas griegas también suele ser la visión del otro la que hechiza de golpe, como el ataque de una enfermedad súbita . El joven o la joven es presa de una dolencia enfermiza que lo deja sin fuerzas. Eros como nósos es un tópico del género en el alba del romanticismo.
Pero los efectos del embate de Eros están ya descritos en la lírica arcaica. Arquíloco y Safo inician una serie de metáforas que llegan como tópicos manoseados por incontables poetas hasta las novelas bizantinas . Eros es una "bestezuela dulciamarga" , un temblor que traba la lengua y da vértigos, un íntimo escalofrío que causa desmayos, un vendaval que sacude el alma, tan fuerte como el viento que abate los abetos, un frenesí que enloquece. Como Sófocles y Eurípides advierten, Eros impone su ansia por encima de los deberes del pudor y del respeto familiar. En su anhelo de poseer al amado o la amada quiebra todo reparo . Si Afrodita apunta sobre todo al placer sexual , Eros quiere más , e incluye la sexualidad , pero su arrebato es personal y total, y justamente por ello puede ser trágico y destructivo. El simbolismo del diosecillo alado, juguetón y arquero de mágicas flechas, es muy revelador .
Esa distinción entre lo erótico y lo afrodisíaco la expresó bien C.S.Lewis ( en su libro The Four Loves, capítulo V ) cuando escribe: "Sexual desire, whithout Eros, wants it, the thing itself ; Eros wants the Beloved." Pero aunque la distinción entre el territorio de Venus y el de Cupido está bastante clara, quedan muchos roces. A veces es Afrodita quien conduce a Eros y otras al revés. Afrodita se integra en la sociedad mejor que Eros, pues la pasión erótica es rebelde a toda norma social y , en su desafío, arrastra a veces a la muerte. ( Recordemos , en el mundo medieval, el caso de Tristán e Isolda; o a Fedra en la tragedia griega) . Está claro que Afrodita no tiene nada que ver con el matrimonio; del matrimonio cuida la diosa Hera, más adusta y venerable, esposa de Zeus. Entre los dioses sólo Hera, Ártemis y Atenea escapan al poder de Afrodita y los dardos de Eros.
Platón , con su empeño filosófico, ha dotado a Eros de un valor trascendente en su función de orientar el alma humana hacia el cosmos divino, por encima del mundo sensible y de sus bellas apariencias pasajeras , en ese anhelo espiritual capaz de sublimar los impulsos eróticos nacidos del mundo corpóreo. Por eso hay en él un evidente menosprecio de los placeres de Afrodita, que se satisfacen con la sensualidad y la belleza efímera. De algún modo vuelve así Eros en Platón a mostrarse como el gran daímon de la Teogonía hesiódica , ese dios primordial que impulsó la creación del cosmos universal, aun siendo él un dios sin descendientes. Eros es la fuerza divina que imanta el cosmos y eleva el alma hacia el Bien y la Belleza última. Mueve el alma con fervor erótico hacia lo divino.
Pero si para la especulación filosófica es seductora esa sublimada representación platónica, no olvidemos que en la tradición iconográfica y poética ha sido enormemente productiva la imagen de Eros como un niño alado, dotado de arco y flechas, y a veces una antorcha , como un pequeño dios juguetón, travieso, pícaro, indomable. Es el hijo de Afrodita - que debe recurrir a él para que intervenga en favor de los héroes, como en el enamoramiento de Medea de Jasón en los Argonautiká y Dido de Eneas en la Eneida - , un bribonzuelo divino, que puede multiplicarse en las figuras de angelillos y angelotes , repetidos Erotes decorativos , en relieves y festivas pinturas barrocas. En el arte helenístico ese Eros seductor que algunas veces cabalga en la grupa de alegres centauros, y acompaña en su séquito a Dioniso, y sufre la picadura de un mosquito o alguna pequeña aventura , aparece sonriente y ubicuo. Su nombre latino es Cupido , y en la literatura tardía tiene a su vez amores con Psique , el Alma personificada en una bella e ingenua muchacha, dispuesta a sufrir por mantener el amor de su amado. (Así en el cuento maravilloso insertado en la famosa novela de Apuleyo El asno de oro , en un bello relato donde a Venus le toca el papel de dura suegra. ) Afrodita y Eros Platón, en su Banquete, ha recogido una serie de perspectivas sobre el amor que son muy interesantes al respecto . Los platónicos estaban más interesados en Eros, como potencia cósmica, que en Afrodita. ( Los epicúreos - como Lucrecio - andaban más atentos al gran poder natural de la diosa y recelaban profundamente de las perturbaciones de la pasión erótica. Otros epicúreos recelaban de cualquier pasión, y, por tanto, rechazaban a eros, aceptando los amoríos venales y rápidos como remedios a los deseos naturales , pero innecesarios, de la pulsión sexual.)
En el Simposio se habla de la distinción entre una Afrodita Pandemia ( o Popular) y una Afrodita Urania ( o Celeste). Pero se trata de una distinción que Platón desarrolla sobre un fondo tradicional, y sublimando el tema. Cuerpo y alma no están bien diferenciados en la época arcaica y el impulso afrodisíaco es corporal en extremo. Eros se presta mejor a ser sublimado, ya que no necesita de los tratos afrodisíacos para mostrar todo su poderío. El amor a la sabiduría , al conocimiento más auténtico e ideal, es , en el fondo, un afán erótico. Amor es , por otro lado, un impulso cósmico."Amor que mueve el sol y las estrellas" escribirá Dante en un rapto platónico. Dios mueve el mundo al ser amado por él .
También encontramos en el mismo diálogo el mito de Aristófanes sobre los humanos demediados, que luego andan buscando su otra mitad , la mitad perdida, con un intenso afán amoroso. Los dioses , recelosos de esos humanos primigenios, seres redondos con cuatro brazos y cuatro piernas , los habrían partido por la mitad , para debilitarlos, y así los humanos se han quedado faltos de una mitad. Y buscan con anhelo esa su media naranja, femenina o masculina, pues caben varias combinaciones. Pero , pese a los atractivos de esa imagen , ésa no es una teoría que Platón comparta, sino un mito gracioso que pone en boca de un autor cómico de indudable ingenio, pero de no muy profundo caletre filosófico .
El amor es un tema de honda huella en la literatura griega, y muchos ecos han perdurado resonantes en la literatura occidental. Su representación está sujeta, como era de esperar, a muy significativas variaciones , según las épocas y contextos históricos y culturales. En la antigua épica , la homérica, es la philía mucho más importante que el eros. Se presenta como admirable el amor entre esposos - Héctor y Andrómaca, Odiseo y Penélope- , mientras que las aventuras amorosas o eróticas son menores- las de Odiseo con Circe, Calipso, y Nausícaa- y quedan en un segundo plano .
Es sólo siglos después de Homero, en una epopeya que es refinada y de otra época, las Argonáuticas del helenístico Apolonio de Rodas (siglo III a.C.) donde la pasión amorosa queda dibujada con sorprendente fulgor .El súbito enamoramiento de Medea, flechada por el divino Eros en favor del bello héroe Jasón, se sitúa en el centro de la renovada trama épica. ( Los reflejos del amor enfrentado al heroísmo en un poema épico llegarán luego a Virgilio.En la Eneida Dido tiene reflejos de Medea enamorada ).
Ya , en la época arcaica, en la primera lírica griega Afrodita parece como una divinidad esencial para la felicidad, porque ahí, en esa poesía que habla de la propia existencia, el amor es una experiencia esencial en la felicidad o desdicha del poeta . Ya el elegíaco Mimnermo - en la segunda mitad del siglo VII a. C. - proclama que los goces afrodisíacos son el colmo de su existencia y que sin ellos no vale la pena vivir:
" ¿Qué vida , qué placer hay al margen de la áurea Afrodita?
Morirme quisiera cuando ya no me importen
el furtivo amorío y sus dulces presentes y el lecho ,
las seductoras flores que ofrece la juventud a hombres y mujeres.
Luego llega penosa la vejez..."
A los placeres de Afrodita se contraponen los anhelos eróticos insatisfechos, y ése es otro de los temas recurrentes de los poetas elegiacos.También eros es poderoso y deja heridas hondas y desgarros del alma. Desde Arquíloco y Safo los líricos ensalzan los goces de Afrodita y se quejan de las penas de amor . Podríamos muy fácilmente multiplicar las citas de versos que hablan de la tiranía del amor y del deseo insatisfecho.
Es un tema que luego resuena en la tragedia, especialmente en Eurípides , como una fuerza destructiva. Eros o acaso Afrodita instilan en el corazón un irresistible pathos, que lleva al desastre. ( Cf. como ejemplo el destino fatal de Medea en el Hipólito de Eurípides). Ya lo hemos apuntado antes. ( Con tonos menos patéticos el amor se convierte en un asunto central en la Comedia Nueva, la de Menandro, con sus reflejos en la comedia latina ;allí se cuentan casos de amor con un final feliz, el ansia de amor se domestica y aburguesa ).
Sólo en las novelas , un género griego tardío, y postclásico , el amor se revela como el motivo y eje central de la típica trama romántica. La pareja de jóvenes y bellos amantes peregrinos de esas novelas de amor y viajes, alba del folletín, viven para el amor, amor mutuo y de final feliz. Son los mártires ejemplares y fieles de un amor que culmina en boda feliz . Y tras las peripecias de los amantes se percibe aún el favor de los antiguos dioses, Afrodita y Eros.
La literatura nos proporciona una visión del mundo social griego más coloreada y más vibrante que la historia con sus datos escuetos sobre la sociedad helena. En sus rasgos básicos las relaciones familiares entre personas de distinto sexo en esa sociedad antigua mediterránea se parecían bastante a las existentes hasta comienzos del siglo XX. Ciertamente el cristianismo introdujo nuevos acentos y modificó algunos hábitos, pero la revolución social en las costumbres y aspectos que afectan al amor y el erotismo en las sociedades occidentales se ha producido , como sabemos, muchos siglos después, en los últimos decenios. También aquí la literatura amorosa refleja los cambios sociales y aporta los testimonios significativos. Pero esa es ya otra historia, mucho más próxima.