La gestión de lo sobrenatural: sacerdotes y hombres sagrados
Las ciudades griegas no generaron un sacerdocio estable y jerarquizado de tipo eclesiástico. Por el contrario el sacerdote es un representante de la comunidad que tiende a parecerse a un magistrado, incluso en sus modos de acceso al cargo (muchos sacerdocios son electivos o por sorteo y de duración limitada). Abiertos a un número grande de ciudadanos (que cumpliesen ciertos requisitos, exigibles generalmente a cualquier magistrado ), no era necesaria ni una sensibilidad especial ni unos conocimientos depurados en teología o liturgia. Solamente en ciertos cultos ancestrales, generalmente cargados de un prestigio especial, los encargados pertenecían a una familia determinada que detentaba las claves del ritual. Solían ser familias nobles que mantenían privilegios inveterados, secretos celosamente guardados o un prestigio justificado en alguna narración mítica. En los misterios de Eleusis, por ejemplo, los sacerdotes más importantes solamente podían reclutarse entre las familias (míticamente emparentadas ) de los eumólpidas y los cérices, dos de los linajes aristocráticos principales de la región. Pero junto a estos sacerdocios oficiales surgen hombres capaces de inmiscuirse en el rito o la teología. Poetas, adivinos ambulantes, purificadores, sanadores espirituales, dicen poseer poderes que los aproximan a la divinidad. Se potencia en el mundo griego la figura del hombre sagrado (hieros anér), poseedor de una sabiduría que en algunos casos enraíza en el dominio de técnicas corporales para acceder al trance extático. Sabios ( denominados filósofos, pero radicalmente diversos a los homónimos postplatónicos ), como Pitágoras, Abaris, Epiménides, Empédocles o incluso el propio Platón a los que convendría quizás mejor el apelativo de místicos. Pitágoras dominaba una extraña técnica:
«Había entre ellos un hombre de extraordinario conocimiento, dominador, más que ninguno, de todo tipo de técnicas de sabiduría que había adquirido un inmenso tesoro en su diafragma; cuando ponía en tensión toda la fuerza de su diafragma, sin esfuerzo alcanzaba a visualizar en detalle las cosas de diez o veinte generaciones de hombres» (Diógenes Laercio 8,54).
Se trata de un método de control respiratorio que le llevaba a ser consciente de sus anteriores reencarnaciones y que parece bastante semejante al pranayama hindú. Platón, por su parte, utilizaba una técnica que parece menos directamente fisiológ¡ca:
«Una purificación ...consistente en separar al máximo el alma del cuerpo, acostumbrándola a condensarse, a concentrarse en sí misma partiendo de cada uno de los puntos del cuerpo ya vivir en lo posible, en el presente y en el futuro, sola en sí misma, liberada del cuerpo como tras romper una atadura» (Platón, Fedón 67c).
Por medio de la anámnesis, Platón aseguraba que se podía acceder de modo instantáneo a la sabiduría, ya que los hombres son seres celestiales que gracias a la filosofía pueden recordar lo aprendido en los mundos divinos.