II.- El motivo del
viaje en la literatura egipcia
Pese a todo lo dicho, el motivo del viaje ocupó un lugar importante
en el imaginario egipcio, generó importantes obras de arte
y literatura, y se convirtió en el tema central de una amplia
gama de documentos procedentes del Egipto Faraónico.
En principio, los contactos con el exterior aparecen centrados en la
figura del soberano. Será el faraón quien dinamice los
contactos y decida superar las fronteras naturales de Egipto, organizando
campañas guerreras y expediciones militares que las más
de las veces tenían la finalidad de castigar e imponer el temor
al rey y a Egipto antes que conquistar nuevos territorios o ampliar
los dominios, de por sí universales, del faraón. También
el monarca será el inspirador de las primeras empresas diplomáticas
que salgan pacíficamente de Egipto, sobre todo en dirección
a las ciudades costeras de Fenicia, para recabar productos y bienes
de lujo que reclamaban la corte y la nobleza. Estas expediciones comerciales
serán quizás el primer escalón que, ya desde el
tercer milenio antes de Cristo, permitió a los egipcios comenzar
a ensanchar sus horizontes y a hacer necesariamente más complejas
la imagen y las relaciones con algunos de sus vecinos. El problema
es que los egipcios prestaron relativamente poca atención a
estos episodios y quedaron muy mal recogidos en las fuentes y los documentos
con que cuenta el historiador para reconstruir el pasado faraónico.
Quizás por eso tenga tanta importancia el generó que ha dado en llamarse las “biografías funerarias”. Está conformado por textos que los egipcios gustaban colocar en sus tumbas, destinados fundamentalmente a ofrecer una imagen ejemplar y modélica del difunto y a suscitar la devoción de quienes acuden a participar en el culto funerario. También, se supone que constituían una especie de “tarjeta de presentación” ante los dioses del más allá, garantizando de alguna forma la superación del trance de la muerte y el acceso a una eternidad bienaventurada. De acuerdo con estos objetivos, los textos biográficos comienzan siendo una especie de relación de buenas cualidades o catálogo de virtudes del muerto, que se añadía a la imprescindible enumeración de los cargos o puestos que desempeño en vida, y a una exhortación a los vivos que pasen o entren en la tumba para que dirijan una oración a tan ejemplar personaje...
Se trata de un género que hunde sus raíces en los inicios
de la historia egipcia, y que al principio se nos presenta escueto
en cuanto al estilo y telegráfico en sus contenidos. Pero a
partir de un determinado momento (finales del tercer milenio a.C.)
estos textos van evolucionando hacia una mayor concreción en
los datos y profusión de detalles relativos a acontecimientos
y episodios históricos en los que participó el personaje
biografiado. De esta forma se hacen más largos, expresivos,
y adquieren un nuevo doble valor: por una parte se convierten en documentos
de una valor histórico difícilmente sobrevalorables,
por cuanto proporcionan una perspectiva muy próxima y personal
de algunos de los momentos más importantes de la historia egipcia.
Por otro lado, el desarrolló del género culminará en
textos narrativos de compleja estructura que abarcarán desde
el nacimiento del individuo hasta su muerte, pasando por las distintas
etapas del destino humano, a menudo con una belleza literaria que permite
colocarlas entre las obras más escogidas de la literatura egipcia.
A través de estos relatos biográficos inmortalizados
en estelas, puertas y pilares de tumbas, o escritos en la superficie
de estatuas y sarcófagos, nos convertimos en privilegiados testigos
de la historia en su más pleno y diverso sentido, asistimos
a batallas, divagamos por la corte real, pero también, en no
pocas ocasiones, nos informamos acerca de expediciones, viajes y exploraciones,
siendo por lo tanto textos muy pertinentes para el tema que nos ocupa.
Además, por si fuera poco, en el género biográfico
tienen su origen algunos de los géneros literarios que con más
profusión y gusto crearán y consumirán los egipcios.
Como por ejemplo el género Didáctico o Sapiencial, y
su prolongación, la Literatura Pesimista, derivados de los viejos
catálogos de virtudes de las biografías del Reino Antiguo,
y que fue quizás una de las categorías literarias favoritas
de los egipcios, porque enseñaba, era útil y, aparentemente,
divertía, disfrutando mucho con su lectura. También en
las biografías funerarias tiene su origen otro de los grandes
géneros clásicos faraónicos: los relatos, la narrativa
de ficción, novelas y cuentos, o como queramos llamarlos. Se
trata de una aportación literaria enormemente original, que
apenas tiene parangón en otras culturas del Oriente Antiguo,
y hay que esperar a llegar a Grecia y Roma o, mejor aún a la
tradición recogida en los relatos árabes del tipo de
las Mil y Una Noches, para encontrar paralelos literarios adecuados.
Dentro de la gran narrativa egipcia brillan con luz propia, como un subgénero con rasgos propios, los cuentos de viajes. Quizás podríamos llamarlos mejor “relatos expresivos del destino humano”. Porque en ellos el protagonista se enfrenta a situaciones límite, a verdaderos tour de force, que hay que sortear antes de llegar al desenlace, generalmente afortunado y feliz, del que suele extraerse una moraleja de valor, de esperanza y optimismo. Sin duda encontramos aquí algunas de las más bellas piezas salidas de la capacidad creadora de los escribas egipcios. El Relato de Sinuhé es, por supuesto, una de ellas, quizás la mejor o más conocida, pero hay otras muchas que merece la pena relacionar, aunque sea solo brevemente.
Así, el texto llamado Desventuras de Unamón, situado con gran precisión histórica en los comienzos del llamado Tercer Período Intermedio (siglos XI-IX a.C.), nos ofrece la relación de las azarosas peripecias de un sacerdote del templo de Amón-Re en Tebas, de nombre Unamón, enviado a Palestina para adquirir madera de calidad para la barca sagrada del dios. Nuestro hombre se enfrenta a múltiples adversidades. Robado, abandonado, menospreciado incluso por los príncipes fenicios otrora vasallos de Egipto, logrará sin embargo triunfar en su empresa, en buena medida gracias a la providencial ayuda de una milagrosa efigie del dios Amón que le acompaña en esas tierras donde la autoridad del faraón era en esos momentos cuestionada y donde el respeto a Egipto y los egipcios había decaído considerablemente en comparación a los gloriosos días de las dinastías XVIII y XIX.
El bonito y entretenido cuento conocido bajo el título de El Príncipe Predestinado es un auténtico cuento de hadas, que presenta sorprendentes paralelismos con historias universales que seguimos ofreciendo a nuestros hijos, como La Bella Durmiente, o Rapunzel, la Cautiva en la Torre. El protagonista aquí es ni más ni menos que el hijo del rey de Egipto, quien, prometido desde la cuna a un nefasto destino (hadas madrinas y bruja malvada incluida), vaga en su carro por los reinos de Oriente, donde encontrará, sucesivamente, a la princesa de sus sueños, un trono y, por supuesto su destino. Lástima que el final de la historia no se haya conservado…
El que si ha llegado hasta nosotros completo es El Cuento del Naúfrago, sin duda uno de los más extraordinarios textos del género, no sólo por ser quizás el más antiguo (hacia el 2000 a.C.), sino también por su calidad literaria y complejidad compositiva. A través de una serie de históricas concéntricas que nos transportan hasta a tres niveles existenciales diferentes (anticipándose así a atrevidas obras de plena actualidad), el relato se centra en el destino de un marinero que pasa por la tormenta, el naufragio y la llegada a una isla maravillosa, llena de todo lo bueno y apetecible. Allí se encontrará con un ser maravilloso, que pese a su terrible apariencia de serpiente gigante, se trata sin duda de una benévola divinidad, que lo acoge amable y pleno de humanidad, lo consuela narrándole su propia historia, en la que no falta el drama y el dolor, y, en fin, le augura y facilita el retorno al hogar, a Egipto, donde feliz y dichoso se reencontrara con la esposa y los hijos, será honrado por el soberano y disfrutará de riquezas y distinciones sin cuento...