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Jueves, 21 de noviembre de 2024
Jornadas sobre la antiguedad
AQUELLOS ROMANOS QUE PASARON POR AQUÍ...
Arqueología e Historia, reconstrucción del paisaje romano de Gipuzkoa

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Un recorrido por los descubrimientos arqueológicos más recientes


Oiasso y el estuariao de Bidasoa

En este itinerario resulta obligado partir de los trabajos realizados en el Bidasoa en torno a lrún, por parte de Jaime Rodríguez Salís, siguiendo la tradición familiar marcada por las realizaciones de su padre, Luis de Uranzu. Sus investigaciones comienzan en el Cabo de Higer a finales de los años sesenta, continúan en el caso histórico de lrún y dan paso al primer descubrimiento de relieve, la necrópolis de Santa Elena, también en lrún. El ciclo se cierra con la posterior excavación del yacimiento, 1973, y la determinación de un horizonte romano para la ciudad fronteriza que venía a enlazar con Pompaelo (Pamplona) y Veleia (Trespuentes- Alava) por la consideración urbana que los tres asentamientos han tenido en lengua vasca: lrún-lruña: la ciudad.

La segunda etapa del recorrido se centra en el estudio de la minería romana, entre los años 1983 y 1987, con la catalogación de un conjunto característico de testimonios entre los que destaca la galería de Altamira III. Esta galería de mina es la más representativa de un grupo en el que se incluyen casi una decena de testimonios; todos ellos reexplotados en época moderna por la existencia de depósitos marginales que quedaron sin recoger por las condiciones de la tecnología minera del momento, limitada por cuestiones de seguridad. La mina de Altamira III, con más de 150 metros de recorrido, presenta soluciones de explotación características, con galerías de prospección y de extracción, así como varios niveles de explotación que perforan el filón en varios puntos garantizando la estabilidad de los trabajos. Es, por lo que se ha podido saber tras reconocer los cotos mineros de Cartagena, Rio Tinto o las Médulas, una de las evidencias mineras de tiempos romanos más completa de la península.

La tercera etapa arranca en 1992 con el descubrimiento del puerto romano de la calle Santiago de lrún, acontecimiento que ha permitido ampliar hasta la actualidad las intervenciones arqueológicas en este espacio, con los resultados que se pasa a comentar .

El hallazgo del muelle de la calle Santiago y de las estructuras portuarias asociadas viene precedida de una serie de estudios que permitieron intuir la concepción básica del asentamiento. De igual forma que en Londres la presencia del puerto romano fue detectada tras plantearse, por parte de los historiadores, funciones de tipo comercial que ampliaban la visión exclusivamente militar imperante hasta entonces, en Irún -gracias a la existencia de intercambios con investigadores especializados en el dominio arqueológico- se elaboraron hipótesis de trabajo en las que el estuario del Bidasoa pasó a detentar una función importante en la configuración del modelo de asentamiento. Es decir, hubo primero un desarrollo teórico a través del estudio de la topografía de la zona y de análisis comparados con realidades similares, que permitió concebir la existencia de un núcleo urbano situado en la colina de Beraun al que se otorgaron, entre otras funciones, vinculaciones comerciales que debían de ser de tipo marítimo. Se llegó, incluso, a determinar las zonas desecadas del estuario que presentaban mayor potencial, lo que permitió llegado el momento programar una intervención arqueológica cuando se supo de la realización de importantes movimientos de tierras en una de las áreas previamente seleccionadas. Efectivamente, la construcción de un colector emplazado en el eje del vial de la calle Santiago, con unas cotas de cimentación por debajo de los niveles de relleno de finales del siglo XIX, fue una acción que los arqueólogos consideraron podía tener repercusiones negativas sobre un subsuelo rico en testimonios que sólo ellos habían podido valorar por medio de la aplicación de técnicas de análisis propias. Gracias a la minuciosidad de los datos disponibles fue posible plantear una serie de sondeos previos a las obras que, sorprendentemente, confirmaron las expectativas formuladas. A pesar de los inconvenientes, se pudo programar un plan de actuación equilibrado con las previsiones de obra que finalmente permitió el reconocimiento de las instalaciones portuarias sin apenas repercusiones en los plazos previstos de ejecución del proyecto. El éxito de las operaciones arqueológicas tuvo repercusiones inmediatas en la valoración y planificación de las investigaciones posteriores. Por un lado se había reconocido un horizonte arqueológico de gran categoría que había conservado elementos, objetos e informaciones que habitualmente no han podido superar las circunstancias de la degradación temporal, caso de semillas y demás testimonios orgánicos, maderas, cueros, vegetales en general, etc.; y por otro lado, el volumen de testimonios tenía magnitud suficiente para iniciar la creación de bancos de datos tipológicos contrastados. Esta última lectura tiene especial trascendencia pues implica la dotación de medios de trabajo de aplicación futura con destino a la interpretación histórica que es el fin y objetivo de las operaciones e investigaciones arqueológicas. De hecho, el estudio de los 14.000 fragmentos de cerámica recuperados en esa excavación han servido para establecer las redes comerciales del puerto, el nivel urbano de la población e incluso los gustos gastronómicos de sus habitantes, sin olvidar el carácter de fósiles guías de los materiales encontrados. A partir de ese estudio ya se conocen como eran las pastas, las formas y las decoraciones de un conjunto significativo de cerámica de Oiasso ya partir de esas series se pueden ampliar las aplicaciones sobre otros hallazgos, tanto en Irún como en ámbitos geográficos del entorno.

El caso es que al confirmarse el carácter portuario del asentamiento de Oiasso y determinarse el valor de los restos conservados se plantean nuevas actuaciones en el marco de las obras con movimientos de tierra en las inmediaciones del descubrimiento de la calle Santiago. Se realizan sondeos en el solar Santifer con motivo de la construcción de la comisaría de la Ertzaintza en ese emplazamiento; en otros solares de la calle Santiago, en la calle Tadeo Murgia, ampliándose los niveles de conocimiento y reiterándose lo observado en las acciones iniciales. El puerto de lrún tenía un ámbito geográfico de influencia que venía a coincidir con el Golfo de Bizkaia, sirviendo de punto de intercambio y de salida de mercancías a un entorno que abarca el valle del Ebro, parte de Aquitania y del espacio cantábrico y los testimonios conservados, al margen de la consideración del volumen de los conjuntos de objetos, presentan características monumentales, por la arquitectura de los muelles, las soluciones de carpintería de ribera observadas y el buen estado de conservación de las estructuras de madera reconocidas.

Tras el reconocimiento del interés arqueológico del asentamiento se programaron intervenciones en el área urbana que sirvieran de complemento a las estaciones portuarias; se descubren, con este motivo, evidencias que se relacionan con los baños públicos o termas, se identifica la presencia de un herrero en la calle Beraketa y se acotan los límites del asentamiento urbano al que se otorga una extensión de unas 15-20 hectáreas, trazándose los ejes longitudinal, cardus, y transversal, decumanus. Se situaría en una zona explanada que se extendería entre la plaza del ayuntamiento y el extremo de Beraun, con unos 600 metros de longitud y unos 300-400 de anchura. Igualmente se completan los trabajos de campo en las minas con prospecciones sistemáticas que permiten certificar las identificaciones previas y obtener ajuares significativos, caso de lucernas o lámparas de iluminación de cerámica que con aceite servían a los mineros en el interior de las galerías.

Al final del recorrido se sitúa el proyecto del museo Oiasso, al que se intitula el museo de la romanización del Golfo de Bizkaia, y la intervención arqueológica destinada a la recuperación de un muelle portuario reconocido en sondeos realizados en 1996 y que se consideró como pieza protagonista de las exposiciones, al tratarse de un elemento que en si mismo justifica un programa de musealización debido a su carácter excepcional entre los testimonios arqueológicos romanos.

La excavación del puerto de Tadeo Murgia, clave con la que se identifica el muelle mencionado, ha supuesto la intervención de mayor complejidad de cuantas se han llevado a cabo en el marco arqueológico guipuzcoano, superando con creces, incluso, ese marco espacial. Pero las dificultades (debidas a la cota de aparición de los sedimentos arqueológicos, por debajo de los niveles de influencia de marea) han tenido recompensa a través de los resultados obtenidos. No sólo en lo que respecta a los restos de estructuras de madera con los que se construyó un muelle organizado en varias gradas, sino por los miles, decenas de miles, de objetos arqueológicos recogidos, señalándose la presencia de elementos de calzado, cordaje, colecciones de anzuelos, de agujas, de vajillas, vidrios, restos de melocotón, cereza o aceituna, de joyería e incluso piezas, en bronce fundido, de una bomba aspirante-expelente (bomba Ctesibio) de la que se conoce otro ejemplar en la península, rescatado en las minas de Sotiel-Coronada (Huelva). En definitiva un conjunto material extraordinario que denota unos niveles de vida plenamente urbanos y plenamente romanos, al menos para el período comprendido entre los años 50 y 200 de nuestra era.

La visión de la polis de Oiasso, polis de los vascones según los historiadores romanos, se completa con los datos del fondeadero de Higer, las monedas de Santa Elena en Hendaia, las de Behobia, San Enrique y San Marcial, y los descubrimientos de la calle Pampinot, en el casco histórico de Hondarribia o la lápida de Andrearriaga conocida desde tiempo inmemorial.

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