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Viernes, 29 de marzo de 2024
Jornadas sobre la antiguedad
ALGUNOS VIAJES ÉPICOS Y MÍTICOS DE LA ANTIGÜEDAD
Poema de Gilgamesh: Un viaje fallido a la inmortalidad

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I

            El Poema de Gilgamesh es quizá el más típico ejemplo literario de la mentalidad sumero-acadia, persuadida de la validez de su propia civilización, conseguida a fuerza de duro trabajo y en agudo contraste con la primitiva existencia de las gentes que poblaron Mesopotamia.
            Uno de los temas capitales, manifestado ya al comienzo del Poema que nos va a ocupar, se centra en describirnos la gravitación mutua de sus dos personajes más relevantes, Gilgamesh y Enkidu, en un proceso de recíproco acercamiento entre civilización y barbarie -venían a ser sus prototipos- y que para tales personajes iba a significar una amistad indestructible.
            El citado proceso de acercamiento entre ambos héroes, perfectamente delineados en sus caracteres, rebasó lo ficticio para situarse en el centro mismo de un fenómeno de típica solera mesopotámica: el contraste entre “estepa” (edin en sumerio; serum en acadio) y “tierra de regadío” (gan en sumerio; eqlum en acadio) y cuya realidad evidente se manifestaba en la codicia de los pueblos nómadas circunvecinos que periódicamente se sentían impulsados a invadir las ciudades de la llanura aluvial mesopotámica.
            Este proceso de recíproca gravitación entre “estepa” y “tierra de regadío” está magistralmente descrito por el anónimo autor del Poema de Gilgamesh, quien supo diseñar a los dos principales personajes, tipificando los polos extremos del contraste socio-cultural que vivía Mesopotamia en sus dos primeros milenios de historia. Por un lado, Gilgamesh, rey de la gran metrópoli sumeria de Uruk (hoy Warka), al sur de Iraq,  exponente de una ya espléndida civilización urbana. Por otro, Enkidu, ser de la más ruda barbarie, en cuya semblanza apenas algún que otro rasgo vagamente humano lograba aflorar entre sus componentes animalescos.

II

            Los historiadores han significado que la luz de la civilización comenzó a brillar hará aproximadamente unos seis milenios, tras una larga noche de salvajismo paleolítico y de una plomiza claridad de sucesivos alcances neolíticos. Y esos mismos historiadores han convenido, basándose en pruebas arqueológicas, que aquella luz civilizadora se vio por primera vez en el Próximo Oriente, en Palestina, Anatolia y la llanura mesopotámica, regada esta por los ríos Éufrates y Tigris, en cuya llanura se levantaba la ciudad de Uruk, cuna de Gilgamesh, de la cual era rey. Personaje que muy pronto, a causa de su fama, sería sujeto de un ciclo de poemas sumerios que cristalizarían por escrito en el magno Poema (saga o epopeya para otros) de su nombre.
            La figura de aquel rey llegó a ser conocida en todo el ámbito próximo-oriental durante casi tres milenios, y su eco pudo incluso seguirse en algunos autores griegos y latinos y en no pocos episodios folklóricos medievales de diferentes países europeos.
            Como no podía ser menos, si el Poema de Gilgamesh fue fruto de la primera civilización de la Humanidad, si hundía sus raíces en el periodo que V. Gordon Childe llamó de la “revolución urbana”, en buena lógica esta temática -el nacimiento y auge del esplendor de Uruk, la ciudad más grande del mundo en el tercer milenio precristiano-  hubo de estar ampliamente contenida en él.
            Uruk es para el anónimo autor del Poema un centro bullicioso y cotidiano, muy diferente del resto del mundo entonces conocido. Aquella ciudad era una realidad concreta, fuera de la cual la imaginación podía volcarse sin límites, pues debía  adentrarse en un universo desconocido. Por eso el poeta nos guía a través de las 2anchas calzadas y grandes plazas” de Uruk, por sus palacios y templos, por sus huertos. Y nos invita, tanto al principio como al final de su texto, a ascender a lo más alto de sus murallas y de su torre escalonada o ziqqurratu. Desde allí, podemos presenciar el panorama del mundo urbano encerrado entre sus murallas, hasta sus límites, los campos labrados y el río, el Éufrates, que se desliza perezosamente hacia el mar.
            El itinerario urbano a recorrer se puebla y anima con la presencia y las voces de los artesanos, de las mujeres, de los jóvenes guerreros, de los ancianos consejeros, de los sumisos esclavos. Fuera de las murallas, tras la frontera campesina, con sus pastores y agricultores, se abre el ancho mundo ajeno, hostil, bárbaro e ignorado, en una sucesión caótica de desiertos y montañas, en donde viven monstruos y semidioses, la tierra irredenta donde sólo las divinidades pueden imperar. Más allá, todavía, en una lejanía lindera con la Ultratumba está el Océano, esto es, las “Aguas de la Muerte”, anticipo del Gran Abismo (Abzu) sobre el que flota -.según la concepción sumeria del cosmos- el Universo.

III

El vocablo civilización es un concepto, como se sabe, de muy complejo contenido semántico, del que se han efectuado hasta un total de 161 definiciones, de acuerdo con lo que sociólogos, antropólogos y etnógrafos entienden. También se sabe que la civilización no surgió de modo súbito desde la vida salvaje y la barbarie, sino que evolucionó gradualmente, partiendo de la vida misma, de los conocimientos prácticos de las primitivas comunidades estables. Esa evolución surgió en el Próximo Oriente antiguo, amplia área geográfica en la cual la economía agropecuaria, combinada con otros factores humanos de índole espiritual y social, posibilitó la más antigua civilización que conocemos, y que queda reflejada en muchos pasajes del Poema de Gilgamesh, texto -como se verá luego- de muy variadas interpretaciones.
            También en Mesopotamia surgió el más tétrico subproducto de la civilización -o, si se quiere, una de sus manifestaciones negativas- la guerra, actividad que en sus más variadas formas de acción quedó recogida en numerosos textos religiosos, líricos y épicos. Por supuesto, en el Poema hay claras alusiones a este particular.
            Dada la temática de estas Jornadas y la imposibilidad ahora de analizar todo cuanto a civilización y barbarie aparece en el Poema que nos va a ocupar, hemos dedicado nuestra atención a analizar la serie de viajes que realizó Gilgamesh y que quedan recogidos a lo largo de sus doce Tablillas, que es el marco de su extensión literaria.
            Como presentación del texto decir que todo él gira en torno a la figura del indicado Gilgamesh, personaje sumerio, que vivió hacia el 2650 antes de Cristo, siendo el quinto rey de la ciudad de Uruk, según puntualiza la Lista real sumeria (WB 444), documento fundamental para el estudio de las primeras ciudades-estado sumerias.
            Tal ciudad fue un  importante centro religioso, dedicado al padre de los dioses, An, y a su hija la diosa Inanna, convertida siglos después por los semitas en Ishtar, divinidades ambas que tienen que ver con el desarrollo del Poema, cuyo texto fue ampliamente conocido en tiempos antiguos, siendo en palabras de G. S. Kirk, el más familiar y el más escrupulosamente conservado de todas las obras literarias mesopotámicas, ajenas a la tradición ritual.
            De igual modo, otro importante estudioso, B. Landsberger señaló que con el Poema de Gilgamesh los mesopotámicos crearon mucho antes que los griegos, con su epopeya nacional la Ilíada, una composición poética como ningún otro pueblo antiguo. Tampoco los egipcios ni los hititas pueden exhibir una epopeya parangonable a la de Gilgamesh.

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