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Domingo, 22 de diciembre de 2024
Jornadas sobre la antiguedad
ALGUNOS VIAJES ÉPICOS Y MÍTICOS DE LA ANTIGÜEDAD
Poema de Gilgamesh: Un viaje fallido a la inmortalidad

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IV

            Históricamente, las narraciones sobre Gilgamesh circularon por vía oral muy poco después de su muerte, aún cuando hubieron de pasar varios siglos antes de ser fijadas por escrito. Se ha podido aislar hasta la fecha cinco narraciones sumerias o poemas menores sobre tal personaje, narraciones que luego, en la época paleobabilónica darían paso a un texto unitario, muy bien articulado. Siglos después, ya en época cassita,  esto es, entre los siglos XVI y XII antes de Cristo, se darían los retoques casi definitivos -recogidos en la versión del poeta Sin-leqi-uninni-, hasta que los escribas asirios del tiempo del rey Assurbanipal, en el siglo VII también antes de Cristo, fijarían de modo canónico el texto ya, de hecho, difundido por escrito por todo el ámbito  del Cercano Oriente
            De los cinco poemas originales sumerios, dos no tuvieron repercusión alguna en la temática argumental del definitivo Poema. Fueron los episodios de Gilgamesh y Agga de Kish y el de la Muerte de Gilgamesh. Un tercer texto sumerio, Gilgamesh y el País de la Vida, sí tuvo reflejo directo en el Poema, aunque con sensibles modificaciones, convertido en el episodio del “Bosque de los Cedros”, episodio en el que algunos expertos han visto el enfrentamiento entre agricultores y pastores o bien entre lo bárbaro y lo civilizado. Otro poema, titulado por S. N. Kramer, Gilgamesh y el Toro Celeste, del que sólo nos han llegado fragmentos, fue aceptado en la recensión última, denominada “ninivita”, con muy pocos retoques. El conocido como Gilgamesh, Enkidu y el Mundo Inferior fue copiado prácticamente en su totalidad, aunque se suprimió su introducción cosmogónica, y se añadió al final del relato, aun cuando su argumento era incompatible con lo narrado en el conjunto del poema unitario.
            Asimismo, el Poema fue enriquecido por parte de Sin-leqe-unini, con otra importante narración del ciclo sumerio, en la que el papel central lo ocupaba el héroe Ziusudra, conocido también como Utanapishtim, claro prototipo del Noé bíblico, y que constituía el nudo narrativo de un Diluvio universal, que arrasó ciudades y personas, temática conocida ya con anterioridad gracias al Poema de Atram-khasis. El escriba Sin-leqe-unini, tras adaptar la narración y conectar a Gilgamesh con aquel personaje fabuloso, lo incluyó en el desarrollo argumental. El relato del Diluvio, provocado por los dioses, finaliza con la decisión, que habían solicitado los dioses Enki y Enlil de elevar al salvado de las aguas y a su esposa al rango de dioses.
            Otro problema largamente debatido, es el de la historicidad de Gilgamesh. Es evidente que en el Poema, y a lo largo de sus doce tablillas de extensión, se perfila a tal personaje como un héroe mítico, de extraordinaria altura física -5´60 metros de altura (el doble del bíblico Goliat, para hacernos una idea)-, compuesto en sus dos terceras partes de esencia divina, y hablando y moviéndose entre los dioses, como uno más de ellos. De hecho, para un historiador hipercrítico, no existen bases científicas para sostener la historicidad de Gilgamesh. Sin embargo, no pocos especialistas, entre ellos  Wilfred Lambert y Paolo Xella, aceptan la existencia humana de aquel personaje, dada la cantidad de datos que se tienen sobre él, pudiéndose citar la Lista real sumeria, aludida antes, que lo hace padre del también rey Urlugal, la  Inscripción del rey Anam de Uruk, en donde se le atribuye la construcción de las murallas de Uruk y la llamada Historia del Tummal, en la que le hacen reconstructor del santuario de Ninlil, ubicado en el área sagrada de Nippur.
 En muchos otros textos, Gilgamesh aparece -bien es verdad- con la cualidad de dios, caso de la Lista divina de Fara, de los textos de algunos reyes de Uruk (Utukhegal) o de la Dinastía III de Ur (Ur-Namma, Shulgi) o del texto sapiencial conocido como La batalla de los héroes de antaño, sin olvidar textos neoasirios -uno de ellos lo sitúa como Juez del Más allá-, oráculos y la famosa Carta de Gilgamesh, sin duda un texto apócrifo, hallado en Sultantepe (Turquía) y en la que el rey de Uruk solicita a otro monarca desconocido enormes riquezas como dones funerarios por la muerte de Enkidu.
Su  historicidad  puede sostenerse por el hecho de que otros reyes coetáneos suyos también habían sido considerados míticos -entre ellos, Mebaragessi, señor de Kish, y su hijo Agga, también rey de Kish-, pero que gracias a hallazgos arqueológicos, han sido confirmados como personas que realmente existieron.

V

            En cualquier caso, la discusión historicidad/no historicidad es puramente académica: el protagonista del Poema es, en efecto, un personaje mítico, pues ha sufrido el tradicional proceso deformador producido por la acumulación de leyendas durante un largo periodo de tiempo.
De haber existido real y verdaderamente el rey de Uruk, la relación entre el Gilgamesh histórico y el del Poema que conocemos sería más lejana y remota que, por ejemplo, la de Rodrigo Díaz de Vivar con el tardío Cid del Romancero.
El Poema de Gilgamesh constituye, tanto por su cronología como por su contenido argumental, la primera de las grandes epopeyas de la Historia de la Literatura universal, epopeya que fue fijada a lo largo de tres grandes periodos históricos: el paleobabilónico (en el que todavía no hubo de alcanzar las doce tablillas o cantos), el cassita (que conoció la soberbia redacción de Sin-leqe-unini) y el asirio (copias más o menos retocadas de la biblioteca de Assurbanipal). De todo ese proceso, que abarcó más de un milenio han llegado 79 fuentes. Un magnífico libro de J. H. Tigay (The Evolution of the Gilgamsh Epic), publicado en Fildalefia en 1982, describe a fondo, la evolución del Poema, cuyo texto también fue vertido al idioma hitita, si bien en prosa.
Su importancia también ha tenido reflejo en la Arqueología, pues sus tablillas han ido apareciendo en varias de las excavaciones efectuadas en el Próximo Oriente a partir de 1853 (H. Rassam). Muy pronto, en 1872, las primeras tablillas localizadas en la precitada biblioteca de Assurbanipal, en Nínive, fueron traducidas y dadas a conocer en Londres (G. Smith), las cuales causaron un verdadero impacto mundial por aludir las mismas a un diluvio, que curiosamente era idéntico al diluvio bíblico y que de alguna manera venían a refrendar -se argumentó entonces- la veracidad de la Biblia.
 Desde aquella fecha y hasta 1983, en que también aparecieron fragmentos del Poema en las ruinas de Ebla (Tell Mardikh, en Siria), no han faltado hallazgos de tal obra literaria en sus variadas versiones cuneiformes. Incluso no es de extrañar que haya aparecido en las últimas campañas de 1986 y 1987 efectuadas en Sippar por el iraquí Walid al-Jadir, como uno más de los textos atesorados en la riquísima biblioteca de la ciudad de Shamash.

 

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