IV
Históricamente,
las narraciones sobre Gilgamesh circularon por vía oral muy poco
después de su muerte, aún cuando hubieron de pasar varios
siglos antes de ser fijadas por escrito. Se ha podido aislar hasta la
fecha cinco narraciones sumerias o poemas menores sobre tal personaje,
narraciones que luego, en la época paleobabilónica darían
paso a un texto unitario, muy bien articulado. Siglos después,
ya en época cassita, esto es, entre los siglos XVI y XII
antes de Cristo, se darían los retoques casi definitivos -recogidos
en la versión del poeta Sin-leqi-uninni-, hasta que los escribas
asirios del tiempo del rey Assurbanipal, en el siglo VII también
antes de Cristo, fijarían de modo canónico el texto ya,
de hecho, difundido por escrito por todo el ámbito del Cercano
Oriente
De los cinco
poemas originales sumerios, dos no tuvieron repercusión alguna en la
temática argumental del definitivo Poema. Fueron los episodios
de Gilgamesh y Agga de Kish y el de la Muerte de
Gilgamesh. Un tercer texto sumerio, Gilgamesh y el País
de la Vida, sí tuvo reflejo directo en el Poema, aunque
con sensibles modificaciones, convertido en el episodio del “Bosque de
los Cedros”, episodio en el que algunos expertos han visto el enfrentamiento
entre agricultores y pastores o bien entre lo bárbaro y lo civilizado.
Otro poema, titulado por S. N. Kramer, Gilgamesh y el Toro Celeste,
del que sólo nos han llegado fragmentos, fue aceptado en la recensión última,
denominada “ninivita”, con muy pocos retoques. El conocido como Gilgamesh,
Enkidu y el Mundo Inferior fue copiado prácticamente en
su totalidad, aunque se suprimió su introducción cosmogónica,
y se añadió al final del relato, aun cuando su argumento era
incompatible con lo narrado en el conjunto del poema unitario.
Asimismo,
el Poema fue enriquecido por parte de Sin-leqe-unini, con otra importante
narración del ciclo sumerio, en la que el papel central lo ocupaba el
héroe Ziusudra, conocido también como Utanapishtim, claro prototipo
del Noé bíblico, y que constituía el nudo narrativo de
un Diluvio universal, que arrasó ciudades y personas, temática
conocida ya con anterioridad gracias al Poema de Atram-khasis. El
escriba Sin-leqe-unini, tras adaptar la narración y conectar
a Gilgamesh con aquel personaje fabuloso, lo incluyó en el desarrollo
argumental. El relato del Diluvio, provocado por los dioses, finaliza con la
decisión, que habían solicitado los dioses Enki y Enlil de elevar
al salvado de las aguas y a su esposa al rango de dioses.
Otro problema
largamente debatido, es el de la historicidad de Gilgamesh. Es evidente que
en el Poema, y a lo largo de sus doce tablillas de extensión,
se perfila a tal personaje como un héroe mítico, de extraordinaria
altura física -5´60 metros de altura (el doble del bíblico
Goliat, para hacernos una idea)-, compuesto en sus dos terceras partes de esencia
divina, y hablando y moviéndose entre los dioses, como uno más
de ellos. De hecho, para un historiador hipercrítico, no existen bases
científicas para sostener la historicidad de Gilgamesh. Sin embargo,
no pocos especialistas, entre ellos Wilfred Lambert y Paolo Xella, aceptan
la existencia humana de aquel personaje, dada la cantidad de datos que se tienen
sobre él, pudiéndose citar la Lista real sumeria,
aludida antes, que lo hace padre del también rey Urlugal, la Inscripción del
rey Anam de Uruk, en donde se le atribuye la construcción de las
murallas de Uruk y la llamada Historia del Tummal, en la que le hacen
reconstructor del santuario de Ninlil, ubicado en el área sagrada de
Nippur.
En muchos otros textos, Gilgamesh aparece -bien es verdad- con la cualidad
de dios, caso de la Lista divina de Fara, de los textos de
algunos reyes de Uruk (Utukhegal) o de la Dinastía III de Ur (Ur-Namma,
Shulgi) o del texto sapiencial conocido como La batalla de los
héroes de antaño, sin olvidar textos neoasirios -uno de
ellos lo sitúa como Juez del Más allá-, oráculos
y la famosa Carta de Gilgamesh, sin duda un texto apócrifo,
hallado en Sultantepe (Turquía) y en la que el rey de Uruk solicita
a otro monarca desconocido enormes riquezas como dones funerarios por la muerte
de Enkidu.
Su historicidad puede sostenerse por el hecho de que otros
reyes coetáneos suyos también habían sido considerados
míticos -entre ellos, Mebaragessi, señor de Kish, y su hijo
Agga, también rey de Kish-, pero que gracias a hallazgos arqueológicos,
han sido confirmados como personas que realmente existieron.
En cualquier caso, la discusión historicidad/no historicidad es
puramente académica: el protagonista del Poema es, en
efecto, un personaje mítico, pues ha sufrido el tradicional proceso
deformador producido por la acumulación de leyendas durante un
largo periodo de tiempo.
De haber existido real y verdaderamente el rey de Uruk, la relación
entre el Gilgamesh histórico y el del Poema que conocemos
sería más lejana y remota que, por ejemplo, la de Rodrigo
Díaz de Vivar con el tardío Cid del Romancero.
El Poema de Gilgamesh constituye, tanto por su cronología
como por su contenido argumental, la primera de las grandes epopeyas de
la Historia de la Literatura universal, epopeya que fue fijada a lo largo
de tres grandes periodos históricos: el paleobabilónico (en
el que todavía no hubo de alcanzar las doce tablillas o cantos),
el cassita (que conoció la soberbia redacción de
Sin-leqe-unini) y el asirio (copias más o menos retocadas
de la biblioteca de Assurbanipal). De todo ese proceso, que abarcó más
de un milenio han llegado 79 fuentes. Un magnífico libro de J.
H. Tigay (The Evolution of the Gilgamsh Epic), publicado
en Fildalefia en 1982, describe a fondo, la evolución del Poema,
cuyo texto también fue vertido al idioma hitita, si bien en prosa.
Su importancia también ha tenido reflejo en la Arqueología,
pues sus tablillas han ido apareciendo en varias de las excavaciones efectuadas
en el Próximo Oriente a partir de 1853 (H. Rassam). Muy pronto,
en 1872, las primeras tablillas localizadas en la precitada biblioteca
de Assurbanipal, en Nínive, fueron traducidas y dadas a conocer
en Londres (G. Smith), las cuales causaron un verdadero impacto mundial
por aludir las mismas a un diluvio, que curiosamente era idéntico
al diluvio bíblico y que de alguna manera venían a refrendar
-se argumentó entonces- la veracidad de la Biblia.
Desde aquella fecha y hasta 1983, en que también aparecieron fragmentos
del Poema en las ruinas de Ebla (Tell Mardikh, en Siria), no han faltado
hallazgos de tal obra literaria en sus variadas versiones cuneiformes. Incluso
no es de extrañar que haya aparecido en las últimas campañas
de 1986 y 1987 efectuadas en Sippar por el iraquí Walid al-Jadir, como
uno más de los textos atesorados en la riquísima biblioteca de
la ciudad de Shamash.