Los viajes de Ulises
El mar tiene, desde los primeros poemas griegos, un permanente
prestigio en la literatura de viajes. Es un ámbito de infinitas
resonancias mitológicas. Era el dominio del dios Poseidón,
hermano de Zeus, desposado con la bella Anfitrite, hija del sabio Nereo, el
Anciano del Mar, que habitaba en el fondo con sus numerosas hijas,
las bellas Nereidas, y entre ellas Tetis, esposa de Peleo y madre de
Aquiles .El Mediterráneo fue el camino de aventuras de
los más intrépidos héroes , como Jasón
el Argonauta y Teseo, el matador del Minotauro. (La palabra griega pontos , “mar” y “alta
mar”, viene de una raíz indoeuropea que significaba “camino”,
como en el latín pons, el antiguo indio pantáh,
en ruso ponty o el inglés path). Pero ese
mar de resonancias míticas es, sobre todo, el escenario
que cruzó , zarandeado y errabundo, Odiseo o Ulises,
el rey de Ítaca, el famoso protagonista de
la Odisea. Con sus olas y sus orillas fue el laberinto de
las inolvidables aventuras odiseicas.
No era, en principio, extraordinaria la distancia marina que el héroe
debía recorrer para regresar, tras la penosa guerra, a su isla
de Ítaca, situada muy al sur del Adriático , zarpando
de las costas asiáticas de Troya, vecina del Bósforo.
En atravesar el Egeo y bordear el Peloponeso un barco de amplia vela
podía tardar muy pocos días. Pero a Ulises los dioses
y las tormentas se lo pusieron muy difícil y tardó diez
años en volver a su anhelada isla. Cuando lo hizo, entonces
habían pasado veinte años de su partida (diez
de la guerra y diez de su formidables aventuras marinas) y traía
el héroe, desde luego, mucho que contar y sabía bien
lo que significa tener una patria pequeña, una Ítaca,
que no olvida y aguarda siempre al viajero, empeñado en regresar
al hogar. En la noche en que, por fin, pudo acostarse de
nuevo en su lecho familiar junto a su fiel Penélope ,
después de la dura jornada de matanza de los pretendientes,
Ulises le fue contando a su esposa sus muchas aventuras.
Nosotros las conocemos por el poema de Homero, donde las relata hábilmente el
propio Ulises en el banquete que dan en su honor los Feacios antes
de llevarlo por fin a Ítaca. Esa narración de sus aventuras
marinas ocupa los cantos VIII al XII, de modo que está situada
casi en el centro de la Odisea (que se divide en veinticuatro
cantos). Resulta, sin duda, la parte más conocida del
espléndido poema, y está contada con un magnífico
estilo, pues uno de los grandes talentos de nuestro héroe es
el de ser un estupendo narrador, tanto de historias verdaderas como
falsas ( como se ve en las vidas que se inventa en sus encuentros en Ítaca).
El rey de los Feacios , Alcínoo, elogia a Ulises como claro
y verídico narrador; en cambio, unos cantos después,
en Ítaca, la diosa Atenea, que conoce mejor a nuestro astuto
héroe, lo elogiará por contar mentiras como nadie.
En la tradición literaria de los grandes relatos de viajes estupendos,
que están siempre contados en primera persona por sus
protagonistas, el de Ulises es el pionero. Luego vienen los del troyano
Eneas (en la Eneida de Virgilio), el de Simbad el Marino (
en las Mil y una Noches ), el de Dante (en la Divina Comedia),
el de Cyrano de Bergerac ( en su Viaje a la Luna), los de
Gulliver (en la novela de Jonathan Swift) , los del Baron de Münchhausen,
etc. Que el viaje fabuloso lo cuente el propio viajero acentúa
la ironía del relato y despeja las dudas del oyente. ¿Cómo
va a ser mentira el increíble viaje si el viajero mismo está ahí contándonoslo?