Los viajes de Ulises y de Jasón.
Mi propósito al disertar hoy sobre estos dos héroes
míticos griegos es el de invitar a contrastar sus peripecias
y viajes de aventura tal como nos han quedado narradas en dos
famosísimos relatos épicos de la literatura antigua:
la Odisea , atribuida al viejo Homero y compuesta hacia
el final del siglo VIII a.C., y la Argonáutica (
o El viaje de los Argonautas) escrito por Apolonio de Rodas,
un poeta alejandrino del siglo III a.C. Los dos protagonistas son héroes
que ya existían en la mitología de tradición oral
mucho antes de que esos dos poetas, Homero y Apolonio, los cantaran
en sus hexámetros y los dieran un imborrable perfil literario
en sus respectivas epopeyas. Notemos, ya de entrada, que mientras el
Odiseo (o Ulises, en su nombre latino) se nos presenta en un poema épico
muy antiguo, el Jasón épico del que vamos a tratar está tomado
de un poema muy posterior, una epopeya elaborada unos cinco siglos
después de la Odisea. Pero la travesía mítica
de la nave Argo y sus pasajeros heroicos ya era conocida en tiempos
de Homero, puesto que en el canto XII de la Odisea se alude
a su fama, y, mucho antes de Apolonio, en la época clásica, ya
el lírico Píndaro ( en la Pítica IV )
y el tragediógrafo Eurípides ( en su Medea)
escribieron sobre las aventuras y desventuras del buscador del
Vellocino de Oro y su pareja, la peregrina Medea.
Ése
es un primer trazo a tener en cuenta para la comparación: la Odisea es
un poema de época arcaica, probablemente algo posterior a la Ilíada (donde
también se habla del gran Odiseo, aunque no como el viajero astuto,
sino como un héroe épico de gran valor e inteligencia bélica
), mientras que la epopeya de Jasón y sus Argonautas está contada
por un escrito helenístico, es decir, alguien que en su refinado modo
de pensar y en su saber erudito está lejos del aliento popular de la
tradición oral del que se nutre la poesía homérica. Era,
desde luego, un gran lector de Homero, y de otros poetas posteriores,
y componía en la atmósfera de la docta y libresca Alejandría.
Un segundo
trazo – que tiene que ver con el primero – es que en El viaje
de los Argonautas se nos describe un recorrido geográfico que podemos
seguir en un mapa, aunque ese itinerario naval sea mucho más largo y
complicado que el de las erranzas y naufragios de Ulises. El viaje de
Ulises resulta mucho más nebuloso y fantástico que el de Jasón,
y el poeta de las Argonáuticas ha querido describir un
recorrido geográfico verosímil, según sus conocimientos,
aunque sea muy discutible desde la geografía real de los ríos
europeos tal como nosotros los conocemos. (Sabemos más que Apolonio).
Un tercer trazo es la diversa importancia que, en uno y otro
caso, tiene la nave que transporta a los héroes. La Argo es
un barco prestigioso y maravilloso, mientras que Homero nos da muy
pocos detalles sobre los navíos de Odiseo. El rey de Ítaca
llevó doce naves a la guerra de Troya, y, como se sabe, las
perdió todas en su apurado regreso.
En relación con el anterior, podemos destacar un cuarto rasgo:
los héroes que acompañan a Jasón forman parte
de la empresa heroica y contribuyen, en cierta medida, a su triunfo.
Hay episodios protagonizados por algunos de esos ayudantes heroicos,
mientras que en la Odisea los compañeros de Ulises
provocan, con sus torpezas e insensateces, los desvíos de la
ruta y, en definitiva, su destrucción total. Ulises vuelve solo.
Un quinto
rasgo: a Jasón le ayuda de manera decisiva la princesa Medea, y por
eso la lleva consigo en su regreso. Las varias ayudas femeninas que el héroe
argonáutico recibe son muy importantes para su éxito, y la de
Medea es esencial. Y ese apoyo hipotecará su futuro. Destaquemos que
el amor es un elemento esencial de la trama, y que ese tipo de amor, el amor
pasión, es algo novedoso en la tradición épica.
En sexto
lugar, las aventuras de Ulises están contadas en gran parte por él
mismo, y ese papel de Ulises como narrador –de las llamadas “aventuras
marinas”, en los cantos VIII a XII del poema – es de primera importancia
en la estructura del poema y en la caracterización del héroe
como narrador fabuloso. En contraste con el ingenioso Ulises, “el de
muchos recursos”, Jasón es un tanto indeciso y quejumbroso. Ulises
merece el epíteto de polyméchanos, y Jasón
el de améchanos.
Y, finalmente, pero no de menor interés, cabe destacar un séptimo detalle: que Odiseo-Ulises resulta, a fin de cuentas, un héroe mucho más próximo que Jasón en sus peripecias. Mientras que éste es un héroe esforzado y típico de un cuento maravilloso, el príncipe que marcha a una empresa de extraordinaria audacia (zarpa en busca de un tesoro lejano en su nave mágica y vence a los monstruos y se casa con la princesa hija del ogro y escapa triunfante ), Ulises no busca grandes aventuras ni tesoros, aunque se tope con monstruos y magas en el camino de regreso a su casa. Volviendo de una guerra a la que logró poner fin y a la había ido a su pesar, él sólo quiere regresar a su patria, esa isla pequeña y pedregosa de Ítaca. La guerra le demoró diez años y la travesía marina , que hubiera podido durar normalmente unos pocos días , le entretuvo luego otros diez . Aventurero a su pesar, Ulises no zarpó de Ítaca para buscar la gloria ni robar un tesoro ni desafiar a los monstruos, sino que todo su empeño era sobrevivir a la guerra y volver, cansado y ansioso del hogar, con los suyos. Por todo ello Ulises nos resulta un héroe moderno, sensato y familiar.
En la próxima charla comentaremos todos estos puntos que acabo de indicar , resaltando las semejanzas y los contrastes entre los dos protagonistas y los dos poemas, para dejar más claro cómo se perfilan ambos héroes, uno frente al otro, en las páginas de la épica griega y en la literatura universal. No voy a repetir lo que ya he escrito en mis puntuales introducciones a ambas obras, la Odisea y El Viaje de los Argonautas ( que he traducido y editado en la colección de bolsillo de Alianza Editorial, y a las que remito al lector interesado en el conjunto de estos textos clásicos ). Pero trataré de resumir desde esa perspectiva las facetas más interesantes de uno y otro relato. Estos son los dos grandes textos épicos de la épica heroica griega de aventuras y viajes –al margen de la Ilíada, el poema de la guerra de Troya -, los únicos conservados , pues se nos han perdido otros, tal vez menos logrados, sobre otros héroes esforzados, como Heracles, o Teseo. Mucho más tarde, ya en el siglo V d.C., es decir, más de diez siglos después de Homero, se escribirá el último gran poema de viajes y aventuras con un protagonista muy peculiar, Dioniso. Es el enorme texto de las Dionisíacas de Nonno de Panópolis, postrero y barroco epígono del género, tardío homenaje al legado mitológico.