I.
Aristófanes y la Comedia política
Este Aristófanes al que acabamos de imaginar en su última representación, al que los propios griegos y luego los romanos consideraron la cumbre creativa de la Comedia, el más inventivo y original, “el más gracioso” (facetissimus), el mejor manipulador del lenguaje para curar el spleen, fue no sólo el mejor dentro de este género, sino seguramente el que creó o, al menos, consolidó y luego enterró la Comedia política. Porque su Comedia es llamada con razón "política", de la polis: es un género teatral creado por y para los ciudadanos, los polítai, de un estado en democracia como Atenas. Cierto que no la creó de la nada: había autores anteriores a él como Magnes, Crates... y tambien contemporáneos de cierta altura, como Éupolis y Cratino, pero sus obras ya se habían quedado muy por debajo de los Acarnienses, Los Caballeros, Nubes, Avispas... Sus obras, las de los otros, sólo las conocemos por referencia, pero suficientemente como para saber que no tenían argumentos tan variados e imaginativos; en fin, que la mayoría de su humor se basaba en lo mismo: barbaridades sexuales y escatológicas, cachiporrazos y burlas a este y al otro, especialmente a los vecinos más fáciles de atacar por sus defectos físicos o sus inclinaciones sexuales llamativas. También tuvo Aristófanes competidores que, por cierto, le ganaron muchas veces en los concursos. Aunque, claro, el público no siempre aplaude lo mejor, sino lo que más le agrada o halaga. Y, después de todo, son los jueces los que votan... y quién sabe por qué razones. Pero Aristófanes lo tiene claro: si Éupolis o Cratino, sus competidores más sobresalientes, tienen algo bueno es porque le imitan a él, le roban las ocurrencias, “como Eupolis cuando arrastró escena a su Maricante, volviendo del revés nuestros Caballeros de un modo indecente, el muy canalla, con el añadido de la vieja borracha que Frínico ya había inventado hace tiempo... " (Las Nubes 553 y sig.). Cierto que él, Aristófanes, tiene que darse aires delante de los jueces en la parábasis –esa parte de la Comedia en que el coro avanza hasta la primera fila rompiendo la ilusión escénica, y se quita la ropa. Pero si los propios griegos conservaron sus obras y no las de Cratino, Éupolis o Frínico, algunas razones tendrían para ello.
Cierto también que la Comedia como tal se había ido creando poco a poco imitando a la Tragedia en los personajes, el movimiento argumental, los cánticos y la métrica 1. Y ello a partir de unos orígenes muy elementales: las rondas de los coros (Kômoi) de las fiestas de Dióniso, Deméter y Íaco; los coros de iniciados de los misterios que se lanzaban insultos al cruzar el puente del río Cefiso camino de Eleusis. Fiestas en que, por supuesto, las alusiones al sexo, por ejemplo, son sencillamente naturales y espontáneas, porque ¿quién ha dicho que el sexo sea malo si es el que hace siga fluyendo el manantial de la vida? ¿Si es Afrodita misma, una de las divinidades más importantes?
Todas estas manifestaciones primitivas acabaron confluyendo en el género del Yambo. Pero éste es una cosa y la Comedia, otra. Lo mismo que la Farsa megarense y siciliana -esa especie de guiñol con actores en la que un protagonista va recibiendo a una retahíla de mangantes que tratan de engañarle y los despide a garrotazos; o en la que hay un diálogo entre dos payasos –el listo y el tonto- que nunca se cansan de repetir lo mismo, de deformar las palabras, de dar golpes. Eso es una cosa y la Comedia otra. La Comedia surge en el preciso momento en que a alguien le saltó la chispa y se le ocurrió poner juntos 2 + 2, esto es, unir todas estas formas para crear una sola estructura. Naturalmente en la Comedia de Aristófanes se ven todavía las junturas de una estructura en desarrollo; es lógico pensar que la Comedia terminara originalmente en la parábasis citada cuando el coro, después de quitarse la ropa, se dirige al público, para aconsejarle, y se vuelve hacia los jueces para pedirles el voto. Y que después se añaden esas escenas graciosas de farsa, independientes en su origen, que ejemplifican la nueva situación creada por el protagonista y que consisten en la procesión de granujas antes aludida. La Comedia existe como tal desde que el protagonista permanece en el escenario de principio a fin y es el personaje central de las escenas citadas. Cuando es el payaso listo, como el Evélpides de Las Aves que crea, acompañado por Pistetero, el payaso tonto, una ciudad en Las Nubes para huir de Atenas y luego, lo mismo que Punch y Judy, va arrojando de ella a los caraduras (poetas, políticos, funcionarios, sacerdotes) que quieren enmarranarlo todo y convertírsela en lo mismo de siempre. Parece razonable pensar que esta estructura, más o menos trabada, ya se había creado antes de Aristófanes. El segundo salto, ahora ya cualitativo, se produce cuando a esta estructura dramática se le confiere un contenido y finalidad políticas y un argumento coherente. En ese momento ya es un organismo, no una simple estructura. Que ello suceda en la Atenas democrática y justamente en la guerra del Peloponeso no puede ser casual. Todas las obras conservadas de Aristófanes tienen como telón de fondo los males endémicos de la democracia ateniense (judicialización de la justicia, ambición y codicia de los políticos, etc.) y, muy especialmente, la penosa carestía producida por la situación de máxima tensión que constituía la guerra.
Por otra parte, lo más probable es que la Comedia política fuera surgiendo dialécticamente en un doble frente: de un lado, en oposición y seguimiento de la Tragedia de la cual toma muchos elementos y, muy especialmente, la figura del héroe. Pero como éste forzosamente había de tener un carácter opuesto, es decir, debía ser un héroe cómico, se acudió sin duda al fondo común de la literatura folclórica: el héroe cómico es ese pobre hombre con el que todo el mundo se puede identificar más fácilmente que con el de la Tragedia; y que, además, consigue todo lo que se propone, por mas disparatado y grandioso que parezca, en vez de sufrir y/o morir, como hace el héroe trágico. Este héroe cómico es de la misma carne y sangre que el Ulises de las aventuras de la Odisea y el Pulgarcito de los cuentos infantiles: es insignificante y débil, pero es voluntarioso, tiene las ideas claras y es, sobre todo, muy astuto. Es un trickster, un tramposo, un laña 2. De otro lado, la Comedia debió de surgir en la dialéctica de la propia competición de los autores cómicos entre sí. Aquí es donde sobresale Aristófanes. Si no es el creador de la misma, al menos es, sin duda alguna, su máximo impulsor, su mejor exponente.
*Notas
1 Sobre el origen de la Comedia, ver F.R. Adrados, Fiesta, Comedia y Tragedia, Madrid, 19832
2 El mejor tratamiento del héroe cómico sigue siendo Whitman, C., Aristophanes and the comic heroe, Cambridge, Mass., 1964.