Recapitulación: una realidad frágil
En la obra del propio Polibio, por ejemplo en el prefacio del libro III, podemos apreciar una preocupación por la evolucion negativa del imperialismo romano y, en particular, por la corrupción de la clase dirigente. La nueva hegemonía universal y las enormes riquezas que afluían a Roma hacían aflorar la soberbia, la crueldad y la codicia de los romanos. Un punto de inflexión se podía situar en 167, tras la derrota de Perseo de Macedonia, cuando el propio Catón interviene en clave moderada frente al deseo de castigar a los rodios. Después, la represión en la 3ª Guerra Púnica o la destrucción de Corinto obligan al historiador a buscar justificaciones o, cuando menos, a reflejar las distintas opiniones existentes en el mundo griego sobre la evolución de los acontecimientos.
Me permitirán acabar mi intervención con una referencia a una medida constitucional que refleja de forma bastante clara el nuevo clima imperante en Roma. En el último tercio del siglo II se aprueban por la asamblea popular una serie de leyes que establecen el voto secreto en los comicios, las denominadas leges tabellariae. En principio suponen un freno a la manipulación clientelar de las votaciones por parte de la grupos oligárquicos. Suponen igualmente el comienzo de la revalorización de los tribunos como campeones de la plebe frente a la nobilitas, retomando su función originaria, aunque es probable que determinados sectores aristocráticos también las apoyaran. Es decir, que también parece quebrarse la homogeneidad interna de la clase dirigente. En todo caso es muy significativa la tajante descalificación de estas leyes por parte de Cicerón, en el libro tercero de su tratado Sobre las leyes.
En otras palabras y situando este episodio concreto en la perspectiva del siglo II, nos hallamos ante una patente manifestación de la ruptura del consenso y la cohesión social imperantes en el período anterior, que habían posibilitado e impulsado el desarrollo de Roma y su transformación en la primera potencia mediterránea.
La época del apogeo de la constitución romana se ha acabado. En ese período, relativamente breve, poco más de un siglo, Roma ha evidenciado una capacidad de recuperación formidable tras la guerra de Aníbal, ha mostrado una sociedad compacta y unida a pesar de la manifiesta desigualdad de su organización interna y ha conquistado el mundo. Sin embargo, al final, la empresa ha acabado por sacar a la luz las importantes fisuras de su edificio constitucional y social. Algo de todo esto he pretendido presentarles a Vds. esta tarde.
A partir de ahora, en Roma se abre lo que conocemos como el período final de la República, la época de la crisis. Pero, como se suele decir, ésa es otra historia, de la que les hablará mi colega y amigo Francisco Pina.