La romanización no existe
Antes de comenzar, una cuestión previa. Los romanos no pretendieron nunca romanizar nada ni a nadie. Un gran historiador, R. Syme, ha sido categórico en este punto: "Romanización - término ampliamente utilizado en manuales y tratados - implica la ejecución de una política deliberada. Pero esto es malinterpretar la experiencia de Roma, sea la republicana o la imperial. El gobierno (romano) promovió la vida ciudadana, sin duda, convirtiendo tribus en ciudades, principalmente para facilitar la administración. Pero no estaba en absoluto interesado en imponer el uso del latín en todas partes" 2
. Por eso, Syme no duda en calificar el término "romanización" como "ugly and vulgar, worse than that, anachronistic and misleading" ("feo y vulgar, peor aún, anacrónico y engañoso") 3. Hay abundantes ejemplos que confirman esta opinión. Ciertamente que las guerras y la inmigración introdujeron el latín y con ello los hábitos y las instituciones de los romanos. Más tarde, la fusión de romanos y nativos fue una consecuencia lógica 4; pero no siempre, ni en todos los lugares, ni hubo un proceso deliberado de imposición, con la excepción de algunas normas genéricas. Un ejemplo revelador de esta "tolerancia", sobre todo en lo que se refiere a las lenguas, se encuentra en una constitución del Digesto, en una ley recogida por Ulpiano a propósito de las cargas que se imponen sobre las garantías de un testamento (fideicomisos): fideicomissa quocumque sermone relinqui possunt, non solum latina vel graeca, sed etiam punica, vel gallicana, vel alterius cuiuscumque gentis ("los fideicomissa se pueden dejar escritos en cualquier lengua, no sólo latina o griega, sino púnica o gálica, o en cualquier otra de otras gentes") 5. El latín no era una lengua impuesta u obligatoria; y, además, la ley del Digesto (que se refiere al s. II d.C. )implica el reconocimiento de la existencia práctica y real del uso de las diversas lenguas (y eran muchas) en el imperio. Los habitantes de Egipto romano siguieron hablando el griego y firmando sus contratos de matrimonio o sus testamentos en griego, aunque la administración del país era romana. Los romanos no fueron unos teóricos del Imperialismo a la manera que lo serían los políticos de finales del siglo XIX en Europa cuando se repartieron África entre franceses, belgas,alemanes e ingleses 6. Probablemente el novelista Joseph Konrad ha definido mejor que muchos historiadores lo que significaba la presencia romana en una provincia en su magnífico relato En el corazón de las tinieblas cuando, refiriéndose a los romanos, decía "Aquellos muchachos, en realidad, no valían mucho. No eran colonizadores; su administración era simplemente opresión y sospecho que nada más. Eran conquistadores, y para ello sólo se necesita la fuerza bruta; no hay nada en ello de qué jactarse, cuando se tiene, ya que la fuerza de uno es sólo un accidente que se deriva de la debilidad de los otros. Se apoderaban de todo lo que podían por simple ansia de posesión, era un pillaje con violencia, un alevoso asesinato a grande escala y cometido a ciegas, como corresponde a hombres que se enfrentan a las tinieblas. La conquista de la tierra, que más que nada significa arrebatársela a aquellos que tienen un color de piel diferente o la nariz ligeramente más aplastada que nosotros, no posee tanto atractivo cuando se mira desde muy cerca" 7. Esto fue así, desde luego, en los primeros pasos de la conquista romana de la Península Ibérica -conquista que duró doscientos años. Y no de distinta manera lo expresaba el historiador Tácito en su Agrícola, poniéndolo en boca de un cabecilla britano: "Robar, masacrar, violar, a esto ellos, con falso nombre, lo llaman imperio; y allí donde han hecho el desierto, dicen que han llevado la paz" 8. La mayor parte de los pueblos de la Península Ibérica, a la llegada de los romanos, podrían haberse manifestado del mismo modo, y especialmente los pueblos del norte, desde Gallaecia hasta los límites orientales de Cantabria. Diez años le costó a Augusto el sometimiento y dominio de las zonas montañosas. Diez años y siete legiones. Al final, la proclama propagandística del vencedor fue declarar que Hispania había sido pacificada (Hispania pacata) 9. Un romano disidente,poco más tarde,definió perfectamente esta pax: cum domino, pax ista venit ("con el despotismo, llegó esta paz") 10. Esa era la pax de los romanos: la paz del despotismo 11. Pero conviene precisar aquí: hubo un bellum cantabricum, un bellum asturicum; pero no hubo un bellum vasconicum. Ninguna guerra contra los vascones ni que hubiera tenido lugar en el país de los vascones. Es más: la flota romana de Agrippa se desplazó desde las costas de la vecina Aquitania, a través del Cantábrico, para desembarcar en la costa sin que nadie se opusiera. Los pueblos que habitaban estas regiones no inquietaron a Augusto o a sus generales o a sus legiones, contrariamente a lo que ocurrió con cántabros y astures. Creo que este es un hecho muy relevante, en primer lugar porque contrasta con la fama, creada por las propias fuentes romanas, de indomables e independientes de los vascones, y en segundo lugar porque condiciona o explica la historia posterior de estas tribus en los siguientes siglos de presencia romana. En época de Augusto, digamos entre los años 27 y 19 a.C., los vascones no estaban plenamente integrados en el ámbito de control romano. Lo fueron poco más tarde; y desde luego no eran motivo de preocupación ni entonces ni en los cuatrocientos años siguientes hasta, al menos, los inicios del siglo VI d.C.
*Notas
2 R. Syme, Rome and tue Nations, Roman Papers, IV, Oxford, 1988, p.64.
3 R. Syme, l.c. ibid.
4 Syme, ibid.
5 1 Proem. Dig. 32.11.1.
6 Sobre el tema puede verse el excelente libro de H.L.Wesseling, Divide y vencerás. El reparto de Africa (1880-1914), Península, Barcelona, 1999.
7 I. Konrad, El corazón de las tinieblas, Alianza, Madrid,1998, p.24-25.
8 ubi solitudinem faciunt, pacem appellant; Tac. Agricola, 30.7.
9 Tal y como 10 proclama en las Res Gestae.
10 Lucano, Phar. I, 670.
11 Sobre el terna cfr. Michael Koch, La doppia faccia della pax Romana in Hispaniis, in J.Arce-S.Ensoli - E. La Rocca, Hispania Romana. Da terra di conquista a provincia dell'Impero, Electa, Roma, 1997, pp. 87-92.