Epigrafía
Tras los primeros siglos de contacto, en los que cabía la posibilidad de una epigrafia indígena como respuesta a un estímulo romano, se impone a partir de los primeros decenios de nuestra era el empleo de la lengua latina, no sólo para los documentos oficiales, sino también para los de carácter privado, como los funerarios o votivos.
La importancia de los textos epigráficos reside en su naturaleza de fuente directa que nos brindan la oportunidad de acercarnos al proceso de implantación progresiva de los modos romanos y de su expresión lingüística: el latín.
Solamente poseemos dos epígrafes latinos de época republicana que hacen referencia a una parte de nuestro territorio; se trata del famoso bronce de Ascoli, fechado en el 89 a. C., donde se recoge la concesión de ciudadanía a los componentes de una turma oriundos de ciudades situadas entre el Ebro y los Pirineos, algunas vasconas como Segia, y el bronce de Contrebia, redactado en el 87 a. C., que recoge la sentencia sobre un pleito de riegos entre varias ciudades del valle del Ebro, una de ellas la vascona Alavona. En ambos casos se trata de textos oficiales latinos, redactados por los escribas romanos, pero en los que tienen que indicar nombres de indígenas. El Bronce de Ascoli es un buen ejemplo del proceso de acomodación de los nombres indígenas, en este caso ibéricos, al sistema latino, ya que observamos la siguiente gradación: a) nombres ibéricos sin acomodación ninguna al sistema flexivo latino (Nalbeaden Agerdo f), b) un intento de acomodación en la expresión del genitivo singular (Sosinasae) o nominativo singular (Sosimilus), c) inicio de adopción del sistema onomástico latino ( Cn. Cornelius Nesille f.).
En la epigrafia latina de época imperial, los nombres indígenas aparecen por lo general acomodados a las exigencias sintácticas latinas: p. ej. en Andión se documenta Calpurnia Urchatetelli , lo cual nos muestra por un lado la adopción del nomen latino Calpurnius por una mujer cuyo padre tenía un nombre indígena que sabemos que era Urchatetel, expresado aquí en genitivo latino. La inmensa mayoría de los nombres aquitanos atestiguados en Comminges, Gascuña y Pirineos aparecen de esta forma: p. ej. si el nombre era Sembecco, su genitivo será Sebecconis, su dativo Sebecconi, etc., o bien de una forma Seni, tenemos nominativo Senius. A mí me parece que la aparición del patronímico medieval del tipo Enekoitz puede explicarse perfectamente por una generalización del tipo Enneconis genitivo singular latino de Enneco, con la desaparición vasca regular de la nasal intervocálica.
El mayor número de epígrafes latinos de época imperial nos permite dibujar con cierta nitidez la diferencia existente entre los diversos territorios en lo tocante a la romanización.
Al norte de los Pirineos 2 es llamativo que la epigrafía latina se atestigüe casi exclusivamente en la parte oriental de Aquitania, concretamente a lo largo del valle del Garona, y en la llanura del Gers, mientras que en la parte occidental, es decir en Bigorre, Béarn o el País Vasco, tenemos muy pocos documentos. Este hecho está íntimamente ligado con la existencia de ciuitates romanas de estatus privilegiado en esas zonas, empezando por Lugdunum Conuenarum, donde se ha pensado incluso que podía residir la sede del culto al emperador para Aquitania o la Novempopulania, siguiendo con la ciuitas Auscorum ( como colonia en las inscripciones), la de los Elusates ( colonia probablemente bajo los Severos) o Lactora. La mayoría de las inscripciones se concentran en los territorios de estas tres ciuitates. La diferencia mayor entre ambas partes de Aquitania no radica, sin embargo, en el número de inscripciones, sino en su diferente distribución dentro del territorio de cada ciuitas. Así todo el dominio jurisdiccional de los Conuenae o de los Consoranni está plagado de epígrafes, también la llanura del Gers, alrededor de Auch, está bien nutrida, mientras que los territorios del Oeste aparecen en el mapa como grandes zonas blancas, con hallazgos significativos en los centros urbanos de las ciuitates: Aire-sur- Adour y Dax.
El contenido de las inscripciones es también diferente, ya que en las dos primeras ciudades aquitanas, Conuenae y Ausci, son frecuentes las atestiguaciones de instituciones y magistraturas romanas, como IIuiri, IIIIuiri, seuiri augustales, flamines, decuriones, quaestores, etc., así como la de ciudadanos romanos, esclavos y libertos.
La propia onomástica es también un índice de romanización diversa de ambas partes de Aquitania 3. En la zona oriental, en el territorio de los Conuenae, p. ej., hay una clara diferencia entre la capital, Lugdunum, y los cercanos valles pirenaicos: mientras en el núcleo la ratio entre nombres latinos e indígenas es de 105:55, en el valle del Neste la ratio se equipara a 20:18, y en los de Oueil y Larboust se inclina por los indígenas en 22:26. Ello indica que en esta zona pirenaica la romanización alcanzó plenamente a los centros urbanos, en los que se concentraban los ciudadanos y las instituciones romanas, ejerciendo una cierta influencia sobre el territorio circundante, lo suficiente como para difundir el hábito epigráfico y el uso de la escritura y la lengua latina entre los indígenas, los cuales no abadonaron, sin embargo, ni su lengua, ni sus nombres ancestrales, ni el culto a sus dioses tradicionales.
En las ciuitates occidentales, paradójicamente, observamos que toda la onomástica atestiguada es latina, sin asomo alguno de indigenismo. Esta circunstancia aparentemente contradictoria con el rasgo poco romanizado del territorio, que se desprende de la escasez de restos materiales como de epigrafía, debe entenderse, sin embargo, en un contexto indígena. Solamente las capas dominantes y romanizadas afincadas en los núcleos urbanos, poseedoras de onomástica latina, tendrían familiaridad con la escritura y la lengua latina, mientras que los indígenas del territorio se hallarían más alejados de los modos romanos que sus vecinos orientales. En este sentido la zona presenta, sin duda, la mayor proporción en Aquitania de nombres latinos correspondientes a ciues romani frente a nombres latinos de pagani. El hábito epigráfico como signo de romanización y participación en el mundo urbano quedaba alejado de las capas de población de los Pirineos occidentales.
Estas consideraciones sobre la epigrafía latina en general y sobre sus contenidos institucionales y onomásticos nos lleva a pensar que, lejos de creer que el País Vasco francés, el Béarn y zonas vecinas fueron totalmente romanizadas en la antigüedad -como creía Oihenart en el s. XVII y defendió también mucho más tarde G. Bahr- para ser vasquizadas posteriormente por una invasión vascona de época altomedieval, antes bien resultaron zonas marginales en la organización altoimperialemán. Ya hemos hablado antes de la organización del comercio a gran escala por las rutas fluviales, lejos de los pasos pirenaicos.
En la zona hispana se repite de modo similar esta diferenciación entre tierras más romanizadas, con amplia presencia de epigrafía latina y zonas con muy magra atestiguación de inscripciones 4 Si vamos al número de inscripciones documentadas en cada una de las provincias vascas, la diferencia es abrumadora: frente a dos inscripciones solamente en Gipuzkoa (una en Oyarzun, antiguo territorio de Vascones, y otra en Zegama, ambas, por tanto, en los márgenes provinciales) y catorce en Bizkaia (la mayoría en la zona de la ría de Gernika y alrededores), Alava ha dado hasta ahora 175 documentos catalogados, con núcleos de distribución significativos en Treviño, la antigua ciudad romana de Veleia (med. Iruña), la zona de la llanada oriental y el valle de Arana limítrofe con la zona navarra de la Tierra Estella. En estas inscripciones alavesas cuento unos 145 individuos más o menos identificables. En Navarra ascienden los individuos identificados a 217, según el listado reciente de C. Castillo sobre la onomástica personal de Navarra 5, aunque no cuente tampoco con una edición reciente de todas las inscripciones latinas de la Comunidad foral 6.
Es muy útil a nuestro propósito resumir aquí los análisis que ha realizado C. Castillo sobre la onomástica de Navarra. En primer lugar, los individuos nominados mediante sus tria nomina solo alcanzan a 24 del total y proceden preferentemente de ciudades romanas con estatuto privilegiado: Cara, Andelos y Pompaelo, a los que hay que añadir dos veteranos de la legio II Augusta (Muez), y unos ocho dispersos. Solamente hay una única mención de tribu: L. Pompeius L. f Ani(ense tr.) Primianus, posiblemente originario de Zaragoza, que actúa como patronus en un pacto de hospitalidad sellado con los pompaelonenses.. Este individuo es también el único que utiliza el praenomen latino de su padre para indicar la filiación, mientras que los demás lo hacen utilizando el cognomen paterno: M Iunius Paternus Cantabri f(ilius) .
Este modo de la expresión de la filiación se documenta también en el caso de los dos IIviri andelonenses, atestiguados en una preciosa tabla broncínea: Sempronius Carus Silvini f y Lucretius Martialis Lucreti f , en este caso mediante nomen en vez de cognomen.
Evidentemente es el modo universal para nombrar individuos menos romanizados, con onomástica indígena, tanto celtibérica como ibérica: Porcia Ambata Segonti f(ilia), Doiterus Bodo Ambati f(ilius) en la zona occidental navarra, o Calpurnia Urchatetelli (filia) en Andión, casada con L. Aemilius Seranus.
Entre los nomina latinos más frecuentes de N avarra se hallan Sempronius, Valerius, Aemilius, Antonius, Iunius y Cornelius, a los que siguen a distancia: Lucretius, Domitius, Sextius y Oppius. Es llamativa la falta de los Iulii, que es el nomen más frecuente en Hispania, y de los Fabii, que ocupa el quinto lugar entre los hispanos. La frecuencia de los Sempronii sea debida quizá a la actividad fundadora temprana de Sempronio Graco en territorio vascón. Aunque solamente hay un Pompeius en Pamplona.
Los cognomina latinos son variados: unos se derivan de gentilicios, como Domitia Semproniana, que deja vislumbrar un enlace entre Domitii y Sempronii; otros mediante el sufijo -inus de cognomina documentados: Ma. Cae(ci- lius) Flauinus sobre Flauus, Ursinus sobre Ursus, etc.
Entre los más frecuentes están Paternus y Maternus, por otro lado frecuentes en todo el occidente peninsular .
Resume C. Castillo de la siguiente forma su estudio de la onomástica personal navarra:
Si analizamos la onomástica de Alava con los mismos criterios empleados por Castillo, obtenemos los siguientes resultados:La onomástica personal de las inscripciones romanas de Navarra presenta fórmulas que no han adoptado plenamente las costumbres romanas: no hay mención de tribus más que en el caso de un individuo procedente de Caesaraugusta. Los tria nomina son minoritarios y aparecen concentrados preferentemente en ciudades que debieron tener estatuto privilegiado. En la región occidental colindante con Alava aparecen fórmulas mixtas que reflejan un estadio más atrasado que el de otras zonas en el proceso de romanización,. en esta zona coincide la presencia de dedicatorias a divinidades indígenas y de buena parte de los nombres no latinos.
Hay cuatro menciones de ciudadanos romanos con indicación de tribu, en todos los casos la Quirina, aunque el modo de expresión de la filiación es al modo peregrino mediante el cognomen del padre: M Octauius Sabini f Qu. tr; Ca+++cus (Vitoria), M Porcius Ausci f Quir. Tonius (Treviño), Sempronius Materni f Quir. Maternus (Angostina). Este es el modo universal para la expresión de la filiación, tanto con nombres indígenas como latinos: p. ej. dos lápidas de Luzcando: a) Turesica Turesami y b) M Semp(pronio) Fusco Oculati f , salvo el caso de una inscripción procedente de lruña, el núcleo urbano de Alava por excelencia: [Ma]rcus Sem[pron]ius L. f FI[auus], con la expresión de la filiación al modo romano.
Las personas nombradas mediante tria nomina ascienden a 26 más los miembros de una familia que se citan en una inscripción de Lanciego (La Rioja): T Sempronio Titullo ( dativo ), casado con Aemilia Titulla, con un hijo llamado C. Sempronius Aemilianus, casado a su vez con Pompeia Materna que tienen un hijo con el nombre del abuelo paterno: Sempronius Titullus.
Entre los nomina latinos atestiguados destaca el de los Sempronii con 9 atestiguaciones más los tres familiares de la inscripción de Lanciego, al que le siguen los Porcii con cuatro y los Aemilii y Licinii con tres; todos los demás son atestiguaciones dobles, como Valerius, Vibius, Aurelius y Pompeius, o bien únicas, como Fabia, Antonius, Calpurnius, Cornelius, Lucretius, Oppius, etc. Al igual que en Navarra faltan los Iulii.
Aunque proporcionalmente haya más número de expresiones de tria nomina e indicación de tribu romana, son significativas también en Alava las designaciones de indígenas mediante nombre propio simple (Segontiecus Abloni I, de Ocariz p. ej.) o cognomen indígena: Aurelia Boutia (Lanciego ). Desde el punto de vista de la romanización son interesantes los casos mixtos, aunque curiosamente las mujeres lleven nomen latino y los maridos nombre indígena: Sixtilia (nominativo) Luntbeltscottio (dativo) (San Millan de San Roman) y Valeria (nominativo) Sentoni (dativo) (Iruraiz-Gauna). En cuanto a la cronología de los textos, una inscripción de Saraso (Treviño) presenta unas características gráficas arcaizantes (Flauos Ioui optumo), que denotan una redacción bastante temprana.
Frente a estos territorios vascos epigráficamente ricos, contamos en Bizkaia con sólo 14 epígrafes, en los que casi todos los nombres legibles son latinos, de entre los cuales hay dos ciues romani procedentes de Forua: M. Caecilius Montanus y Iunius + + f Q(uirina) Aemilianus. El resto no posee tria nomina y la mayoría se designa mediante cognomina simples: Aprilis, Tertius, Gracilis, Vitalis, Rusticina, Genialis, Secundianus, etc. y en un caso mediante nomen: Sempronia. En el caso del ara de Foma, la divinidad es indígena (Iuila) y el artífice lleva nombre indígena (Quno ), aunque poco claro desde el punto de vista lingüístico.
La única inscripción guipuzcoana que ofrece datos utilizables es la de Oyarzun , en la que atestiguamos un Val(erius) Beltesonis (filius), con nombre indígena de tipo vascón para el padre.
La situación de ambas provincias marítimas se parece a la zona occidental de Aquitania: escaso número de inscripciones y falta total de onomástica indígena, que contrasta con la presencia de onomástica indígena de los territorios más romanizados. Vistas desde el punto de vista del nivel de romanización toda la vertiente cantábrica parece una continuación de los Pirineos occidentales.
Tras este somero análisis de la onomástica personal de los territorios vascos, observamos una pervivencia de elementos indígenas durante el alto imperio, aunque no parece que ello sea una característica original y privativa de esta zona. Habría que extender el estudio detallado primero a las provincias limítrofes como Cantabria, Burgos, etc. y luego a todo el Oeste peninsular, pero mi impresión es que en muchos lugares la proporción de indigenismo en la epigrafía, -expresada tanto en nombres personales como en divinidades indígenas, además de los aspectos formales- es tan alta o mayor que en nuestro territorio. Con ello quiero decir que no me parece que básicamente hubiera grandes diferencias entre las diversas zonas del norte peninsular, Gallaecia y bastantes regiones apartadas de Lusitania y la Tarraconensis.
Hay opiniones diferentes sobre la época en que dejaron de hablarse las lenguas prerromanas cediendo ante el latín. Manuel C. Díaz y Díaz 7 piensa que la latinización de Hispania, en su conjunto, se cumplió durante los dos primeros siglos del imperio, gracias a la acción combinada de muchos factores, como la larga presencia de legionarios, colonias de veteranos, matrimonios mixtos, concesión de derechos, comercio, etc., de modo que:
En conjunto para el s. III la romanización de España es total (si no geográficamente, al menos en densidad), que sus hombres hablan exclusivamente en latín...
Es verdad que los testimonios directos de las lenguas prerromanas desaparecen pronto, pero no parece que la situación tuviera que ser radicalmente diferente de la de las zonas alejadas de la Galia, para las que hay testimonios de conservación del galo residualmente hasta el s. V. Seguramente la puntilla a las lenguas indígenas, que pudieron permanecer en islotes aislados al término de la antigüedad, se la confirió el cristianismo. y reside seguramente en este periodo de la tardía antigüedad y de la época visigótica el factor principal que explica la pervivencia del euskara y la desaparición de otras posibles lenguas prerromanas. Es un hecho bien establecido, aunque quizá no bien explicado en sus detalles y causas, que el País Vasco y buena parte del Ebro en los últimos siglos de la antigüedad padeció una grave inestabilidad social y política, así como que en el periodo visigótico gozó de una casi efectiva libertad. Recientes descubrimientos arqueológicos en Alava (Nanclares de Gamboa), Basauri y en Elorz (Navarra) apuntan a una presencia importante de francos o, al menos, de influencia y control franco y no visigodo en esa época 8, que quizá tuvo un papel importante en la reorganización social y lingüística del País Vasco.
*Notas
2 - No hay publicaciones recientes, de carácter general, sobre epigrafía u onomástica latina de Aquitania. En mi libro sobre Onomástica Indígena de Aquitania (Bilbao 1984, UPV) me centraba, como es natural, en el estudio de los nombres prerromanos, tanto aquitanos propiamente dichos como galos, sin entrar en consideraciones sobre los nombres latinos. La epigrafia está recogida en el CIL, con un suplemento de P. Wuilleumier , Inscriptions latines des trois Gaules, París 1984 aunque ha habido posteriormente alguna que otra publicación específica, como la de los altares votivos del museo de Saint-Bertrand-de-Comminges (antigua Lugdunum Conuenarum). La universidad de Burdeos ha iniciado una serie sobre la epigrafía de las diferentes ciuitates aquitanas, pero lo editado hasta ahora se refiere a las del norte del Garona.
3 - Este aspecto está tratado por mí en: "Indígenas y romanos en Aquitania a través de la epigrafía", Revista int. de Estudios Vascos 34:1, 1989, 16-30
4 - No se ha publicado todavía una edición moderna de todos los epígrafes del País Vasco, aunque están en ello P. Ciprés y P. Le Roux, cuyas fichas -en un estado no definitivo de redacción- he podido consultar gracias a su amabilidad. Cómo es posible que tras la revisión ocular de algunas inscripciones los autores puedan cambiar las lecturas provisionales, las que yo dé aquí no tienen otro valor que orientativo.
5 - C. Castillo, "Onomástica personal en las inscripciones romanas de Navarra", Cuadernos de Arqueología. Universidad de Navarra 5, 1997,127-144
6 - Hay una edición de las inscripciones del Museo de Navarra (C. Castillo, J. Gómez- pantoja, Mª D. Mauleón, Inscripciones romanas del museo de Navarra Pamplona 1981), a lo que hay que añadir otras interesantes diseminadas por Navarra, publicadas en distintas revistas.
7 - M. Díaz y Díaz, El latín de la Península ibérica: rasgos lingüísticos, Enciclopedia Lingüística Hispánica, Madrid 1960, pp. 153-197
8 - A Azkarate, "Francos, aquitanos y vascones. Testimonios arqueológicos al sur de los Pirineos", Archivo español de arqueología 66, 1993, 149-176