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Domingo, 24 de noviembre de 2024
Jornadas sobre la antiguedad
AQUELLOS ROMANOS QUE PASARON POR AQUÍ...
Aspectos lingüísticos de la romanización del País Vasco

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La lengua vasca

Por último, la propia lengua vasca nos puede dar información sobre determinados aspectos de la romanización, ya que todo proceso de contacto de lenguas, cuando es lo suficientemente prolongado, deja rastros bien notorios en los diferentes ámbitos de la estructura de una lengua: desde el cuerpo fónico, hasta el acervo léxico. y cada aspecto tiene su misión particular, porque si bien el léxico es interesante para hacer inferencias de tipo cultural, los sonidos de una lengua tienen la particularidad, a veces, de dar información nada despreciable sobre la cronología del contacto.

Con todo, un estudio del contacto vasco-latino no deja de tener muchos y variados problemas, a veces difíciles de solventar. En primer lugar, muchas veces no es fácil de distinguir claramente entre latín y romance más o menos común. Hay que tener en cuenta que el vascuence ha estado en los últimos dos milenios en contacto permanente con el latín y luego las lenguas neolatinas, sin que haya habido ninguna solución de continuidad en el ámbito lingüístico románico. Casi todas las palabras vascas de origen latino remontan a una forma flexiva acorde con el acusativo latino, que es el casus unicum del románico tardío al que remontan también las palabras de las lenguas románicas [gurutze < latín cruce(m)]. Unas pocas permiten remontar a otros casos latinos, p.ej. maizter 'mayoral' < magister (nominativo ), martitzen < martis (genitivo) -aunque aquí también va con el románico martes < Martis (dies)-, y sobre todo en los giros: inguru < in gyro, orain < hoc hora+n, arestian < hora est iam. Por otro lado, aunque parece evidente que la consecutio temporum vasca es un rasgo areal compartido con las lenguas vecinas, no es nada claro que tenga que remontar hasta el mismo latín y no a estadios románicos posteriores. 

Existe otra dificultad de índole general, que consiste en nuestra enorme desproporción en cuanto al conocimiento que tenemos de una y otra lengua en la antigüedad, ya que mientras el latín es una lengua bien documentada y conocida en todos sus aspectos, a la que le continúan romances con una atestiguación también temprana y rica en la edad media, la lengua vasca es una perfecta desconocida, como quien dice, hasta el renacimiento, con excepción de un puñado de glosas medievales y los nombres de persona y lugar. No estamos en la misma situación en la que se encuentra el irlandés, por ejemplo, que aunque con documentación parca presenta, sin embargo, una secuencia cronológica ordenada por las inscripciones ogámicas, el irlandés primitivo y luego el irlandés antiguo clásico de las glosas, según la cual se pueden datar determinados cambios lingüísticos de la propia lengua y fechar con mucha precisión la entrada de préstamos latinos. Con todo, la información que nos proporcionan los préstamos latinos o románicos generales ha sido crucial para el propio establecimiento de la lingüística histórica vasca, ya que tratándose de una lengua genéticamente aislada y documentada tan tardíamente no se hubiera podido establecer el armazón básico de los cambios lingüísticos sin la presencia de los dos extremos de la cadena de cambio de una palabra. 

A pesar de las dificultades, hay algunos pocos criterios formales que permiten distinguir entre préstamos relativamente antiguos y otros románicos generales, con algunos otros intermedios. 

Entre los más antiguos hay que clasificar aquellos que mantienen el timbre vocálico latino, independientemente de la cantidad originaria de la vocal, y no lo han cambiado según el modelo románico occidental, que afecta a todas las lenguas vecinas del euskara. Sabemos que en una fase temprana del latín vulgar -con testimonios epigráficos ya en el s. I. d. C.- empezó la tendencia a la confusión de la e: larga con la i breve y de la o: larga con la u breve, de modo que en castellano tenemos: moneda < mone:ta(m) y pelo < pilu(m), ambas con /e/, y honor < hono:re(m) y logro < lucru(m), ambas con /o/. En cambio en euskara, las palabras cognadas o correspondientes a las castellanas citadas son: moeta, bil(h)o, ohore, lukuru respectivamente, con mantenimiento del timbre latino. 

En cambio otros préstamos ofrecen ya una evolución románica y han debido introducirse, por tanto, en época posterior, aunque no podamos concretarla con más precisión: p. ej. dome(e)ka < dominica ( dies ), mezu ' aviso' < missu, dorre < torre, honddo < fungus. 

En latín vulgar las consonantes velares Ik, g/ empezaron a palatalizarse ante semivocal /j/ y vocal anterior /i, e/, de modo que del latín centum > cien, cirru > cerro, pacem >paz, y del latín gelu > hielo, gypsu > yeso, lege > ley. En vascuence hay préstamos latinos que mantienen la articulación velar, sin asomo de palatalización románica. Así tenemos, topónimo Gendearia < latín centenaria, kirru 'cerro, estopilla' y bake por un lado y gisu 'yeso', lege , por otro. Existen más ejemplos de este comportamiento: gela < cella, gerthu < certu, angelu 'suelo', [también en toponimia Angelu en Álava: Anglet, lbarrangelua ] < angellu, errege < rege, etc. 

Otros ejemplos con presencia de palatal denotan una introducción posterior, a partir de originales románicos: zeru < *tselu < caelu(m), galtzina 'cal' <calce-, vasco oriental deus 'nada' < genus, con palatalemán El doblete para 'diezmo', detxema-dekuma (roncalés salc.) muestra la palatalización románica del primero y el mantenimiento de un estadio latino arcaico en el segundo. 

Algún préstamo resulta crucial para establecer una pequeña cronología relativa de estos dos cambios comentados: así ok(h)ela '(trozo de) carne' procedente de latín bucella nos muestra que tiene vocalismo románico (u breve > o) pero mantenimiento de velar, de modo que se introdujo en la lengua vasca en la fase intermedia entre ambos cambios románicos, participando del primero pero no del segundo. En cambio el vasco tipula presenta una palatalización de la velar inicial latina de cepulla con mantenimiento de la vocal, frente al castellano cebolla. Es un ejemplo de que cuando los cambios están cronológicamente cercanos, hay palabras que sufren los cambios en órdenes diferentes. 

El euskara ha mantenido el diptongo /au/ hasta el presente, frente a los romances que lo han monoptongado: latín causa > castellano cosa, francés chose, etc. El vasco, por contra, gauza. Pero el cambio se cumplió en romance ya en época algo avanzada, como muestra el mismo francés que necesita de la presencia del diptongo [ reu ] para la palatalización de la velar inicialemán. Otros ejemplos: lauza 'losa', lauzatu vizcaíno antiguo 'tejado', mauru, mairu 'moro', etc. 

Otro rasgo típico del vasco, que lo diferencia de la mayoría de los romances, a excepción de unas pocas hablas pirenaicas, es la no sonorización de las oclusivas intervocálicas latinas: opaku 'umbría' [ cf. topónimo Opacua, Alava ], Luco , Alava (en 1025 Lucu) < lu:cus, errota 'molino' < rota, merke 'barato' < mercem (frente a mesedez del castellano 'por merced'), neke 'sufrimiento' < latín neca:re [ conservado en el francés noyer pero con el sentido específico de 'matar ahogado' 'anegar'], topónimo Guircu [en 1025 Kirku , latín circu ] . 

La sibilante latina fue adoptada al euskara mediante la /z/ y no mediante la /s/, pero esta adopción alcanza también a los préstamos cristianos y posiblemente continúa durante la edad media. Es seguramente préstamo antiguo vasco zaldu (frecuente en toponimia Zaldua) < saltu(m) , pero no tanto por la z- inicial sino por el hecho de que no participa del tratamiento del grupo -lt- en románico, cf. castellano soto, portugués souto, que pide una diptongación *sauto-. También parece antiguo zekale 'centeno',<latín secale, con mantenimiento de -k- medial, frente al francés seigle, provenzal segle, y sustitución léxica en castellano. Típicos términos castellanos como zeru o zapatu muestran z- de *tselu y sabbatu. No sé si zeape (salc.), ziape 'mostaza' no puede ser también un término introducido por el evangelio según la conocida fábula; de todos modos procede del latín senape. Un claro préstamo románico es el vasco zitu 'mies, cosecha' < *seitu < latín sectu(m). En cambio saindu, sandu debe de ser bastante posterior ( en vez del más general done < domine), y desde luego, son recientes préstamos como ostatu, pentsatu, etc. 

Muchas veces se han utilizado los préstamos para obtener inferencias de tipo cultural, pero en este aspecto también pueden ser engañosos. Es clásico el ejemplo citado por Caro Baroja acerca del uso del arado y del término vasco golde. Es muy probable que sea préstamo del latín culter y sobre ello se ha sugerido que junto con la introducción del término latino se introdujo también el propio apero, pero el hallazgo de arados prehistóricos en el País Vasco ha demostrado que ya se conocía el instrumento antes de la llegada de los romanos. Por otro lado, golde tiene un cambio románico en su timbre vocálico y las formas roncalesas y suletinas son tomadas en préstamo de otros dialectos vascos, porque no han conservado el grupo -lt-. El término vasco aizkora, que para muchos es la quintaesencia misma del mantenimiento de la cultura neolítica, al suponer que se basa sobre el vasco haitz 'piedra, roca', puede explicarse perfectamente a partir del latín asciola 'hachuela'. 

Un caso semejante ocurre con vasco kaiku , recipiente de madera utilizado por los pastores para la leche de oveja, que procede del latín caucus. Es seguro que los pastores utilizan estos recipientes desde tiempos muy remotos; además recordemos el testimonio precioso de Estrabón: 

"Usan de vasos labrados en madera, como los Celtae ". y en otro lugar (1/1, 3, 6), sobre los habitantes del Duero: "Calientan sus recipientes con piedras enrojecidas al fuego ".Pero no cabe duda, por otro lado, que las técnicas agrícolas se perfeccionaron enormemente con los romanos y que su producción de vasos y recipientes a escala industrial no se había conocido con anterioridad. Es normal, por tanto, que se introdujeran en la lengua muchos términos referidos a utensilios: gatilu < catillus 'taza' [por otro lado, sin reflejos en los romances vecinos, aunque sí en alemán Kessel], galdari < caldaria; vasco kupa, kupel < cuppa, zartagin < sartagine, etc. 

Para designar el 'molino' el vasco ha tomado en préstamo dos términos latinos: el propio molinu(m) > bolu [en topónimos borin- como Borinaga - Bolinaga, Bolunburu, Bolibar, etc. ] y latín rota > errota. El término patrimonial eihera ha pervivido, pero seguramente el sistema de producción romano dejaría totalmente arrinconado el empleo del pequeño molino de mano, al que se referiría casi exclusivamente el término antes de la romanización. 

La lengua vasca ha mantenido muy coherentemente el léxico de muchos ámbitos: p. ej. el de los animales domésticos (behi, zaldi, ardi, zezen, behor , ahari, asto, mando, etc.), en los que pocos son préstamos, a excepción de las aves domésticas: oilo < pullus, ahate <anate, oiloloka ' clueca' < cloca, antzare, cf. castellano antiguo ansar. Los términos relacionados con la organización y la economía, sin embargo, son latinos: korta , cuadra' < latín cohorte [ cf. rom. corte , en el mismo sentido], abere 'ganado en general, [ cf. pecunia, y derivado aberats 'rico'] < latín (h)auere 'tener', vasco ukuilu, ikuilu 'cuadra' < latín locellus , vasco an(h)oa, anhúa (Suletino), 'comida para el ganado, ración' < latín annona, vasco bazkatu 'apacentado' < latín pascere

La mayoría de los nombres de árboles son autóctonos, a excepción de algunos frutales: gaztaina (latín castanea ), biku (latín ficus), gerezi (latín ceresea ), muxika 'melocotón' (latín pessica). También las hortalizas: baba (latín faba), leka 'vaina' (latín theca), tipula, el mismo nombre del 'huerto', ortu., los productos mediterráneos como el aceite, olio, aunque para 'vino' se utiliza un término no latino, remontable a *ardano (ardau, arno); muchas actividades relacionadas con el vino, sin embargo, son latinas: dolare 'lagar' < latín tor(cu)lare, busti 'mojado' < latín musteus, kupel, como no podía ser menos tras comprobar los restos de la villa romana de Arellano (Navarra) en la que la producción de vino tenía tanta importancia. 

También en lo relacionado con la actividad textil se documentan préstamos latinos, muy posiblemente antiguos: empezando por la materia prima del 'lino', li(h)o « latín linum), luego la 'rueca' goru (latín colum, sin reflejo en ningún romance) y el 'hilo' iru (latín filum). 

Se podría seguir sin que faltara la labor y la materia durante mucho tiempo aún señalando los muchos aspectos de la vida familiar, artesanal y social para los cuales el euskara ha adoptado algún término latino. Sin embargo los estudios sistemáticos faltan. Don M. Agud 9realizó hace unos cuantos años un trabajo sobre los préstamos referidos a la cultura material y en especial a los recipientes, donde puede comprobarse que el tema está erizado de complicaciones de detalle, tal como decía antes, por el continuum cronológico latino-románico. Este del léxico latino-románico es un capítulo concreto de la aún no realizada historia de la lengua vasca, que debe elaborarse a partir de los puntales básicos metodológicos que estableció Koldo Michelena. 

Para acabar, unos cuantos apuntes sobre Toponimia. Ya Caro Baroja 10 llamó la atención sobre los numerosos topónimos en -ain, -ana, -ano que explicó como designaciones de los fundi romani, formados sobre nombres de possessores. Por otro lado, su alta densidad en Navarra y Alava se adecua bien con otros aspectos materiales y lingüísticos romanos mencionados antes. Es claro que Paterniana es un evidente derivado del frecuente cognomen Paternus mediante el sufijo -anus, -a, y que su versión vasca es Baternia, con sonorización inicial de la oclusiva y pérdida de nasal intervocálica, mejor diríamos totalmente vasca, ya que el mismo Paterniana, con su -t- medial nos está indicando que inicialmente en su trasmisión hubo un estadio vasco antes de pasar a la vía románica; en Burgos tenemos Trespaderne con la esperada sonorización románica. Otros topónimos de esta clase son totalmente románicos: Leciñana [en el famoso documento conocido como La Reja de San Millán, de 1025, aparece Licignana] < Liciniana, Ordoñana [en 1025 como Erdognana ] < sobre el nombre Herdonius 11, Antoñana < Antoniana. En los navarros en -ain hay que incluir a Paternain y a otros citados por Caro Baroja (p.67-76), como Amalain (Aemilianum), Etulain (Vetulianum), Guendulain (Centullianum, cf. Centule es nombre atestiguado en los epígrafes altomedievales de Bizkaia), posiblemente también Cemborain , pero no sobre aquitano Sembe-cco, etc. sino sobre el latino Sempronius y, por tanto, cognado de Cemproña, labrantío de Eranchun, Alava, según lo dicho antes acerca de la adaptación de la sibilante latina S- por la vasca Z-. No todos los topónimos se explican bien desde el latín ni como designaciones de fundi sobre posesores. No es lo mismo el sufijo presente en Ochandiano, que en vasco se dice Otxandio, con pérdida regular, que el de Echano, que no cae 12

También en Bizkaia y Gipuzkoa hay topónimos de origen latino, que pueden ser antiguos. Así me lo parece Forua, que sin duda recoge el nombre de una población de fundación romana, que ha dejado restos arqueológicos y epigráficos, al estilo de otras poblaciones como la galaica de Forum Gigurorum, o Fadura con tratamiento vasco de la inicial y de la líquida del latín padule (cf. románico Paul en Alava). 

No siempre es fácil inclinarse por una explicación etimológica frente a otras en liza. El topónimo Getaria (Gipuzkoa) o Guétary (Pirineos Atlánticos) fue explicado por Larramendi como "atalaya donde se hacen señas con humo", ajustándose sin duda a una costumbre de estas poblaciones marineras, al tiempo que pretendía una relación con vasco ke 'humo'. Michelena acepta la etimología de Gavel, que cita el gascón guetari 'vigía' o 'puesto de vigía', que sería el origen inmediato del topónimo. Pero un término latino cetaria 'lugar de conservación del pescado' es perfectamente posible, incluso nos explica mejor la final del topónimo que no es artículo, aunque no la distribución tan limitada a la costa cantábrica. La justificación arqueológica nos viene dada porque en ambas localizades costeras se han hallado restos de factorías romanas de pescado o de salazón. 

Estos topónimos latinos del País Vasco muestran dos cosas:
a) que la penetración romana en la región fue acorde a los intereses romanos del momento, agrícolas en Alava y Navarra, relacionados con el comercio marítimo y la explotación de los recursos en los alrededores de los estuarios cantábricos (mineral, pesca), y que tal implantación y control se da ya desde los primeros decenios de nuestra era.

b) que los hablantes indígenas de esta región eran vascos, la cual no está comprobado ni por la toponimia ni por la onomástica personal antigua, sino por el tratamiento lingüístico que sufren estos topónimos latinos, que son a la vez incompatibles con el romance y congruentes con el euskara. Que los núcleos latinohablantes hayan mantenido su lengua románica sin interrupción desde la antigüedad hasta el presente o hasta la configuración de un romance propio vasco, que después se haya diluido en el castellano dejando algunos restos, como ha ocurrido con el riojano o el navarro - tal como ha sugerido Maite Echenique-, es muy difícil de probar .A mí no me parece probable. Buena parte del País Vasco pasó a formar parte de la llamada Romania perdida, como el Norte de Africa, el Norte de los Alpes y Britannia, en el que el latín quedaría reducido a las manifestaciones de la Iglesia.

 

*Notas

9 - M. Agud, Elementos de cultura material en el País Vasco, San Sebastián 1980.
10 - J. Caro Baroja, Materiales para una historia de la lengua vasca en su relación con la latina, Salamanca 1945 [edición facsímil, San Sebastián 1990, Txertoa].
11 - C. Castillo piensa que Ordoñana está basado sobre el nombre ibérico Ordennas, pero no tiene en cuenta la documentación medieval.
12 - Sobre estos temas son imprescindibles los trabajos de L. Michelena, que pueden hallarse reunidos ahora en: Sobre historia de la lengua vasca, San Sebastián 1988 [Anejos de ASJU 10], especialmente: "Nota marginal sobre la huella latina en la lengua vasca" (121-137) y "Romanización y lengua vasca" (156-165).

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