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LA DEMOCRACIA ATENIENSE
¡Todo el poder para la asamblea! 
Comunidad y participación en la democracia ateniense

Itzuli

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1.INTRODUCCIÓN

Mi intención en el día de hoy es la de ofrecer un panorama significativo del funcionamiento de la democracia ateniense, esto es, llevar a cabo una lectura, entre las muchas posibles, que subraye lo que desde la atalaya de nuestro presente es importante olvidando otros aspectos más accesorios. Con otras palabras, les amenazo con una distorsión deliberada del tema que nos ocupa, no sólo por obvias razones de tiempo sino también porque sólo subrayando y seleccionando podemos empezar a comprender. Con esto no quiero abogar en favor de una lectura simplista que pretenda trasplantar sin más algunos rasgos espigados del pasado griego a la realidad actual. Contamos con muchos ejemplos de los riesgos implícitos en semejante actitud. A finales del siglo XIX, la propaganda antiabolicionista en los Estados Unidos recurría a menudo al ejemplo de Atenas como prueba de que esclavitud y democracia eran perfectamente compatibles; y muy recientemente, en 1990, una diputada del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen hablaba largamente ante la Asamblea francesa sobre los metecos atenienses (que eran extranjeros residentes en el Ática sin derechos de ciudadanía ni de acceso a la propiedad de bienes inmuebles) para explicar cómo debe afrontar una democracia el problema de la inmigración: naturalmente, discriminando a los inmigrantes.

Sé que de todas estas cuestiones se tratará más extensamente otro día, pero considero adecuado iniciar mi exposición con esta señal de advertencia ante los riesgos inherentes a toda idealización excesiva de la Atenas democrática. Y para evitar tales excesos, nada mejor que partir de un prudente distanciamiento que nos permita comprobar las diferencias, enormes en todos los aspectos, radicales en muchas de sus dimensiones, entre el pasado griego y nuestro presente. En una palabra, será necesario devolverle al pasado sus rasgos específicos situándolos en su contexto histórico propio. En nuestro caso, se trata, evidentemente, de la Atenas democrática, es decir, la que arranca con las reformas de Efialtes en el 462 a.C. y llega hasta la destrucción definitiva de la democracia por el poder macedonio en el 322 a.C. En este siglo y medio, Atenas pasó por dos etapas bien distintas: la primera, de supremacía indiscutible en el Egeo, seguida de un largo conflicto con Esparta (la guerra del Peloponeso) que conducirá a la derrota de Atenas y a un breve y brutal paréntesis oligárquico en el 404. Con el restablecimiento de la democracia al año siguiente, da comienzo una nueva fase, durante la cual Atenas ocupa un lugar subordinado ante la hegemonía primero de Esparta, luego de Tebas y finalmente de Macedonia. Conserva, pese a todo, su prestigio y su independencia y aún habla con voz propia en los asuntos internacionales. 

La distinción entre la Atenas triunfante del siglo V y la más modesta del siglo IV tendrá consecuencias importantes para nuestra exposición, como veremos. Pero antes, quiero exponerles brevemente el camino que vamos a seguir. Comenzaré con un análisis sucinto del concepto de pólis, imprescindible si queremos evitar las fáciles extrapolaciones a las que acabo de referirme, porque la democracia en una pólis, por definición, ha de presentar rasgos específicos, diferentes de la democracia implantada en un estado. Luego abordaré el núcleo de mi conferencia con un estudio detallado del funcionamiento institucional de la democracia en Atenas, para concluir destacando su carácter tan singular, no repetido nunca a lo largo de la Historia hasta nuestros días. 

Gora

Itzuli

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